Metabolismo Urbano

El sistema urbano es dependiente de otros como el rural y el natural. En 1965, Abel Wollman, define “metabolismo urbano” como una forma de cuantificar los flujos de energía. La ciudad depende de importación de recursos y exportación de residuos, lo que lo convierte en una ecuación perversa.

Recursos alimenticios, agua, energía hace a las ciudades dependientes de zonas rurales, naturales y otros sistemas generando dos problemas: Alto consumo de recursos y producción masiva de residuos.

Además, la falta de control de los procesos de planificación urbana, que considera el suelo como un bien económico y define al sector como el poder económico, dejando fuera los intereses de los ciudadanos y a las más mínimas reglas de equidad que nos afectan a todos, hacen a ciudades espacios descompensados, con más superficie urbanizada de la necesaria y con productos inmobiliarios inaccesibles a la mayoría de los ciudadanos, siendo el proceso absolutamente inútil al efecto del cumplimiento de un derecho fundamental. Además, este exceso de superficie urbanizada incrementa los costes en gastos de mantenimiento y servicios que pagamos todos, aunque el beneficio ya se lo ha llevado uno.

La cuestión plantea lo absurdo del proceso en el que la ciudad debilita lo que los sustenta: Recursos de zonas rurales y naturales, éstas se despueblan y empobrecen la calidad del medio. Posiblemente estemos hablando siempre de lo mismo: Nuestra forma de vida no es sostenible, la huella que generamos, la biocapacidad es inferior a lo que consumimos,… Si analizamos tendencias, la población urbana se incrementará un 12% hasta 2050 (UN), lo que significa que uno de los soportes de la ciudad está desapareciendo. Ni que decir tiene las consecuencias del deterioro del medio ambiente que la ciudad genera y que también lo sustenta. La conclusión, nos importa muy poco cómo lo pasen nuestros hijos el día de mañana.

UN Habitat establece que los necesarios vínculos entre urbano y rural deben establecerse a través de “territorios funcionales” en los que los pueblos se vean beneficiados de esta interrelación por ser los que sustentan a las grandes urbes.

La solución pasaría por un metabolismo urbano circular, que disminuye recursos y residuos. Disminución de demanda energética y de otros recursos, generación distribuida en la que el actor principal, que es el ciudadano, pueda observar que el bien de consumo proviene de instalaciones impactantes, disminución de generación de residuos, incremento de la reutilización, configuración urbana sostenible y lo más autónoma posible, controlando los impactos ambientales de forma continua.

La acción pública se hace fundamental basado en el bien común. Frente a acciones públicas dirigidas al bien individual como la mencionada respecto al papel de la administración en la planificación urbana o actividades impactantes, se consuman buenas prácticas como los programas de rehabilitación energética de inmuebles que disminuye la factura, incrementa el poder adquisitivo de los ciudadanos, disminuye emisiones de gases contaminantes, mejora la calidad del aire, el confort y el bienestar de la colectividad.

Las ciudades dependen de los pueblos y el medio ambiente, por lo que a los urbanitas no nos debiera resultar ajeno el problema de la despoblación de las zonas rurales y el deterioro del medio ambiente, que necesitamos como el aire, aunque parece que nos importa poco si tenemos en cuenta que los niveles actuales de contaminación hacen que seamos los primeros seres humanos que respiramos 400 ppm de CO2 en cada inhalación y desconocemos sus consecuencias.

De lo preciso a lo concreto

Si algo requiere la acción de los poderes públicos, sin margen a la subjetividad del interés político, es la calidad del aire. El Instituto de Salud Global (@ISGlobalorg), ha desarrollado un estudio sobre agentes contaminantes y espacios verdes en las principales ciudades de Europa denominado “Estudio de salud urbana en 1.000 ciudades europeas”. De este análisis se han extraído los datos de las 10 capitales de provincia de Andalucía y Extremadura al objeto de focalizar el problema.

Para situar el asunto, los valores de contaminación los refiere a los de concentraciones de partículas materiales de 2,5 (PM2,5), mezcla de elemento sólidos y líquidos suspendidos en el aire de diámetro comprendido entre 0,1 y 2,5 μm que pueden penetrar hasta los alvéolos pulmonares, y las emisiones de NO2, que es uno de los principales contaminantes.

Existe una estrecha relación cuantitativa entre la exposición a altas concentraciones de pequeñas partículas (PM10 y PM2.5) y el aumento de la mortalidad. En cuanto al NO2, los estudios epidemiológicos han demostrado que los síntomas de la bronquitis en niños asmáticos aumentan en asociación con la exposición a este gas, además se ha observado que el crecimiento reducido de la función pulmonar también está relacionado con el NO2

Del informe se deduce que todas las ciudades están por encima de las recomendaciones de concentraciones de PM2,5 y emisiones de NO2 que la @WHO hace, aunque por debajo de los valores límites que marca la Unión Europea. Se estima que ajustarnos a los valores de la OMS podría evitar 1.672 muertes al año en estas 10 ciudades. Las mayores concentraciones de PM2,5 están en las ciudades de Sevilla, Cádiz y Málaga, siendo las menores Cáceres y Granada. En cuanto emisiones de NO2 las peores situadas son Sevilla y Málaga, posicionándose mejor en las ciudades de Badajoz, Cáceres y Jaén.

Otro parámetro medido es el ruido que, nuevamente, vuelve a ser superado por todas las ciudades objeto de este artículo respecto a los 53 dB que la OMS sitúa como valor límite recomendado. Así, las ciudades más ruidosas son Cádiz, Granada y Málaga, y la menor es Almería, con porcentajes de población sometidos a estas altas emisiones que varían desde el 94,6% de Cádiz al 60,1% de Almería. Situar estas ciudades en niveles inferiores al valor límite podría evitar 78 muertes.

Por último, el análisis compara valores sobre los espacios verdes y su calidad. Resulta curioso que la superficie definida oficialmente como espacio verde cumple el valor mínimo recomendable en todas las localidades a excepción de Cádiz, sin embargo, cuando nos fijamos en el parámetro que mide su calidad, índice de vegetación de diferencia normalizada, la cuestión cambia, quedando por debajo de lo aconsejable Almería, Cádiz, Huelva y Sevilla. No es menos sorprendente que cumpliendo la superficie, el 64,15% de la población de éstas carece de un 25% de zona verde. Las muertes evitables en estos conceptos serían de 584 personas.

Hay algunos apuntes que indican algunas cuestiones; los mejores datos de espacios verdes de calidad se corresponden con las concentraciones, emisiones y ruidos más bajos y viceversa. También señalan otros aspectos; los mejores datos coinciden con la localidad que tiene colocada la estación de medición fuera del casco urbano y el hecho que el papel lo soporta todo cuando es la administración la que tiene que dimensionar su espacio, supuesto, verde.

La Importancia de lo Preciso

Como diría un matemático o un físico, lo que no se mide no existe. Nos encontramos en una época en la que el ego individual es el que prima frente al interés de los demás, incluidos de los que ponen el dinero. Toda acción debiera ser secuenciada por una reacción pretendida, siendo la reacción la objetivo, no la acción.

Este juego perverso de palabras sólo indica que el dominio de los poderes fácticos es el que sigue primando. Estos, los poderes fácticos, son los que realmente mueven el mundo con un único objetivo; conseguir lo pretendido para bien individual. No sólo hablamos del sistema financiero, determinados sectores empresariales o la iglesia, cualquiera que esta sea, se trata también de profesionales mediocres que han sido situados, de forma artificial, en una situación dominante. Lo curioso de la cuestión es que los mejores están cubiertos de un halo de humildad no propio de su grandeza.

Ejemplos, miles. Desde mantener niveles de contaminación por encima de lo permitido en una zona del Sur de España, con la excusa de los puestos de trabajos y una consecuencia nefasta para la vida de sus conciudadanos, escondiendo el verdadero objeto que no es más que la avaricia desmedida de sus consejos de administración; hasta diseñar un inmueble que no sirva mas que para ser publicado en un revista, no siendo útil para el fin pretendido del que paga (algún premio lleva el nombre de quién diseño algo que jamás pudo ser usado).

Retomando la dirección del encabezamiento, debemos monitorizar los efectos de nuestras actuaciones al objeto de conseguir el equilibrio. Las consecuencias de nuestro modo de vida hacen necesario que seamos escrupulosos a la hora de valorar nuestras acciones. La pérdida de biodiversidad, y su relación con otros problemas como pandemias, lo hace prioritario ya que hemos perdido un 20% de las especies desde 1900 y un millón están en peligro según @UN_es.

Para asegurar que el objetivo final de preservación de los ecosistemas, relacionados con la adaptación al cambio climático, se hace necesario medir la efectividad mediante un continuo análisis de beneficios e impactos. Esta es la única forma de saber si vamos en la dirección correcta o debemos modificar nuestra ruta. Usar indicadores que midan el cumplimiento de expectativas previas es una forma de mejora continua.

Poner esto blanco sobre negro es fácil, pero no lo es tanto ponerlo en práctica. Los indicadores deben ser medibles de forma objetiva, específicos, alcanzables, relevantes y con plazos determinados en relación con los resultados de los impactos. Estos no son más que unidades de información que actúan como marcadores que pueden ser cuantitativos o cualitativos. También son implementados por indicadores de procesos que evalúan actividades; simplemente si se ha ejecutado o no.

Los indicadores miden la puesta en uso, su actividad, su producción, su resultado y su impacto. Cubre todo el proceso. Por último, todos estos datos deben ser públicos, con análisis crítico, para garantizar la interacción de los agentes intervienes y la mejora continua.

Hoy en día, concienciados de la necesidad de luchar contra las emisiones de efecto invernadero y sus consecuencias, hemos empezado a medir el consumo y demanda de la energía utilizada por los inmuebles, pero lo hacemos durante su vida útil, no durante su proceso de construcción y deconstrucción que es responsable del 40% del total. Todavía nos queda mucho camino por recorrer.

Eficiencia en edificios

La eficiencia energética es un vector que se convierte en un verdadero modelo económico si tenemos en cuenta que las importaciones de productos energéticos en el año 2022 supusieron el 19,9 % del total de las importaciones en nuestro país, con un coste de 90.879,5 millones de euros, el 37,15% del dinero necesario para acabar con el hambre en el mundo que Naciones Unidas estima en 267.000 millones de dólares ( @FAO 2015).

En este sentido, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima moviliza 241.000 millones de euros para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y una creación de empleo neta de entre 253.000 y 348.000 personas al año en el periodo 2021-2030. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia apuntala la acción con 140.000 millones de euros en el periodo 2021-2026. A esta mareante relación de cifras, hay que añadir el efecto de la reducción de la factura energética a partir del año 2025.

Para alcanzar los objetivos de estos planes, hay que actuar en la mitigación y adaptación al cambio climático, y la conservación de la biodiversidad y desarrollo de la infraestructura verde, la conectividad y la restauración ecológica. Debemos recordar que las especies han disminuido, al menos, un 20% desde 1900 y un millón de especies están en peligro de extinción, según @ONU.

Una de las prioridades de la Unión Europea es la descarbonización del parque inmobiliario que, en España, consume el 30% de la energía final. Así, se marcan como ejes de transición la rehabilitación energética de edificios, la construcción de edificios de bajo consumo, la planificación urbana sostenible y la renaturalización, entre otros.

La situación de los edificios en España avala la necesidad de actuar en ellos. Con 23,5 millones de viviendas residenciales y 12,3 millones de edificios no residenciales (excepto País Vasco y Navarra), el 80% ineficientes con calificaciones E, F y G, la mitad con más de 30 años, es decir, previo a cualquier regulación de exigencias mínimas en cuanto a aislamiento.

La planificación urbana sostenible debiera tener en cuenta criterios de captación pasiva utilizando la geometría solar y vientos dominantes, la población real para evitar procesos de sustitución urbana, la movilidad sostenible para evitar el 10% de la totalidad de emisiones provocadas en las grandes urbes, la renaturalización de espacios, las infraestructuras necesarias para los eventos climáticos extremos, etc.

Priorizar la rehabilitación frente a nuevas áreas urbanas lo avala que la energía de un inmueble es el 60% durante su uso y el 40% durante su periodo de construcción y deconstrucción. Para ello, se impulsa la renovación de edificios mediante obras de rehabilitación basadas en el aislamiento de cerramientos verticales, cubiertas y carpinterías exteriores, instalación de equipos térmicos de alta eficiencia, la incorporación de energía renovable y mejora de la iluminación.

El objetivo, la rehabilitación energética de 1.200.079 viviendas en una década con una creación de empleo estimada de 160.000 personas. Hablamos de salud, además de aumentar las prestaciones energéticas, el confort y disminuir la factura.

Sin participación no hay planificación

La planificación urbana se está tecnificando tanto que sólo personas formadas para ello pueden participar en el desarrollo de la ciudad, dejando fuera de la ecuación a la parte hacia quien va dirigida la acción, los ciudadanos.

Si a esto añadimos que los procedimientos de contratación pública hacen que sea el mejor postor el adjudicatario, independientemente del conocimiento del funcionamiento del espacio, genera unos documentos de planeamiento basados en estudios numéricos de despacho.

El efecto de esta desafortunada correlación de desatinos desemboca en un trabajo de alto coste para la ciudadanía e inútil aplicación, provocando ciudades de volúmenes en contra de ciudades de personas.

Desde mi punto de vista, el alma sólo existe en la ciudad. El alma entendida como la interacción de sus ciudadanos, potenciando su diversidad y haciendo las vías públicas verdaderos espacios de encuentros. Una ciudad sin alma no es más que bultos de ladrillos aislados, aunque sean de un premio Pritzker.

Además, la esencia del urbanismo es proteger a los habitantes de una ciudad de especulaciones económicas de sectores de dudosa honorabilidad, repartiendo los beneficios entre todos y las cargas económicas que genera sobre los que obtienen rentabilidad de la colectividad. No debemos olvidar que la edificabilidad no es propiedad del dueño de un suelo, es copropiedad de hasta el vecino con menos recursos económicos.

El urbanismo bien hecho enriquece económicamente y, también, mejora las condiciones de habitabilidad de sus moradores, pero mal redactado puede arruinar a sectores completos de la localidad. Cuando hablamos de habitabilidad hablamos también de salud, calidad de vida, relación social, desarrollo, prevención de problemas futuros,….

Al final, siempre volvemos a lo mismo, cuando establecemos la necesidad de consultar a los sectores afectados, se nos olvida el más importantes, sus ciudadanos. Y entre ellos debiéramos considerar de forma especial la participación de los grupos marginados y vulnerables, en particular, cuando se trata de roles basados en el género. La respuesta, seguramente, sea inmediata; “se trata de desarrollar buena planificación urbana” y siendo cierto, no lo es menos que se generan espacios que provocan peligros e inadecuaciones en sus diseños.

Los urbanistas debieran ser especialistas en interpretación de las necesidades de las personas, teniendo en cuenta los recursos naturales, además de conocer los mecanismos de equidistribución y diseño que eviten la segregación por niveles de renta y los efectos provocados por el cambio climático que ya tenemos encima. El coste de los daños del cambio climático se estima en un 11% del PIB. No es sólo una cuestión de protección del medio, se trata de evitar el empobrecimiento futuro.

Tener en cuenta el ciclo de vida de los materiales y sistemas, actuar para preservar los derechos humanos, planificar para la salud de sus ciudadanos, también es urbanismo. Conocer al opinión de los ciudadanos da una perspectiva mejor de la ciudad que la que representa espacialmente un plano.

Ecosistemas como solución

El último informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPPC) indica distintos escenarios según el estilo de vida que nos marquemos. El incremento de la temperatura media global es de 1,2 ºC desde la época preindustrial (1850) y el mayor incremento se produce desde 1960. Si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan en los mismos niveles hasta la mitad del siglo XXI, se prevé un incremento de temperatura a final de siglo entre 2,1 y 3,5 ºC.

También se producirían variaciones en las precipitaciones en torno en un 10% menos o más de lo habitual. Aunque parece que se incrementarán en el Norte de África y Oriente Medio, el nivel de precipitaciones a nivel global sería relativamente bajo.

Aunque los cambios globales de temperatura y precipitaciones pueden observarse relativamente asumibles, el problema se plantea en que éstas serían no uniformes, llegando a cambiar estaciones, siendo más elevado en el Ártico y en zonas interiores de los continentes que en las costas. Entre continentes también se pueden producir diferencias de incrementos de 2ºC. Se prevé incrementos de épocas de sequía, inundaciones, periodos de temperaturas extremas e incendios que afectan a la pérdida de biodiversidad.

En la estrategia de lucha contra el cambio climático, juega un papel fundamental las ciudades, que son focos de los problemas que experimentamos por esta cuestión. La mitad de la población vive en ciudades, con menos espacio por persona comparado con la población rural. Esto implica que la basura y espacios naturales se desarrollan en pequeños espacios. Necesitamos crear espacios urbanos sostenibles.

Cuando los eventos climáticos extremos se producen en una ciudad, los sistemas urbanos ponen en riesgo de fallar servicios básicos, pérdida de oportunidades económicas e incremento de la polución. Los ecosistemas urbanos se tensionan por la planificación de sus servicios como provisión de alimentos, agua, energía, regulación climática, suelo natural, cultura, regulación de inundaciones, potabilización de agua, etc.

Como siempre, los asentamientos informales son los más expuestos a estos riesgos y, por tanto, requiere políticas de adaptación al cambio climático y acciones dirigidas a mitigar sus efectos. Por otro lado, en estos lugares las intervenciones mencionadas tienen un efecto directo sobre su desarrollo.

Los riesgos de ser afectados por el cambio climático están influenciados por el peligro de sus impactos, la población afectada y el grado de protección de la ciudadanía a sus consecuencias. Esto nos obliga a mejorar la adaptación al clima actuando sobre los ecosistemas: Las barreras de coral, manglares y marismas reducen el riesgo de inundaciones, la recogida de agua de lluvia en red separativa incrementa la reserva de agua potable, los huertos urbanos mejoran los ingresos y la salud de sus ciudadanos, los tejados y fachadas ajardinadas reducen el efecto isla calor y las consecuencias de las grandes tormentas, sustituir las plazas duras mejoran la capacidad de drenaje de los suelos, los bosques urbanos elimina la erosión y mejoran la calidad del aire, etc. El uso de los ecosistemas son parte de la solución.

Materiales de construcción y cambio climático

Actualmente basamos nuestras actuaciones edificatorias en reducir el consumo y la demanda energética durante su periodo de ocupación, con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sin considerar que la responsabilidad de éstas en un edificio durante su uso es sólo un 60%, siendo el resto lo producido durante su periodo de construcción y deconstrucción. Deberíamos reflexionar que el hecho de que la rehabilitación de viviendas utilice el 54 % de la energía que exigiría hacer una nueva hace que priorizar la regeneración de espacios frente a nuevos desarrollos sea una necesidad.

No en vano, debemos valorar que la edificación es responsable del 37 % del total de las emisiones de CO2 eq. (2021), distribuido de la siguiente forma: Directas del sector residencial 6%, indirectas del sector residencial 11%, directas del sector no residencial 3%, indirectas del sector no residencial 8%, industria de componentes (hormigones, aceros, aluminios,…) 6% y fabricación de ladrillos y vidrios 3% (UNEP 2022).

En este sentido, la selección de materiales a utilizar toma importancia preponderante para el objetivo de limitar el calentamiento global. Para estos fines se ha formulado la declaración ambiental de producto (EPD, según su denominación en inglés), que facilita la información relativa al comportamiento ambiental, constituyendo un verdadero inventario del ciclo de vida de un producto, o de un sistema, en el que se realiza un balance de materias, energía, residuos y emisiones en cada una de las fases de vida del producto o sistema analizados (extracción, transformación, consumo de materias primas, fases de utilización y fin de ciclo).

Las acciones deben ir dirigidas a evitar la extracción y producción de materias primas impulsando la economía circular, cambiar la puesta en obra de materiales tradicionales por otros naturales, o fabricados, con pocas emisiones y mejorar los procesos de fabricación para descarbonizar elementos tradicionales como cementos, aceros y aluminios, disminuyendo el empleo de materia extractiva no renovable.

Se hace fundamental el diseño con la menor cantidad de materiales posibles, calculados a lo que realmente se necesita, reutilizar edificios y usar componentes reciclados, salvo en los barrios con viviendas semiformales e informales (chabolismo) que son las zonas a las que deberíamos circunscribir nuevas operaciones urbanizadoras diseñadas con criterios sostenibles, evitando el efecto isla- calor y planificado en función de la geometría solar y los vientos dominantes.

La construcción sostenible hace de un inmueble un sistema que no genere nada perjudicial, incorporando arquitectura – lo bello aporta -, salud, eficiencia y respeto al medio. Un diseño que permita iluminación y climatización mediante el sol y el viento. Elementos naturales de baja radioactividad y locales, que aportan riqueza económica y medio ambiental al entorno inmediato, como madera, barro, morteros de cal, corcho, lana, aceites naturales y multitud de ellos que tenemos en la mayor fábrica existente: La naturaleza.

Este tipo de intervenciones diseña inmuebles con un ambiente interior agradable y magnífica calidad del aire interior al utilizar las propiedades de los elementos para este fin; la madera, por ejemplo, regula la humedad del ambiente, absorbe cuando hay exceso y emite en defecto. También tiene en cuenta no generar o disipar radiaciones, contaminantes atmosféricos y acústicos, alteración del entorno o estrés.

Rehabilitar para la salud

El objetivo de cualquier hogar es el confort de sus ocupantes, que incrementa la habitabilidad del espacio, y que está íntimamente ligado a la salud de sus moradores. Cuando nos planteamos una reforma o rehabilitación lo hacemos desde un punto espacial, “quiero hacer una habitación más”, o de diseño, cambiando revestimientos, pero en ningún caso tenemos en cuenta que en las viviendas pasamos el 80% de nuestro tiempo.

Los actuales fondos Next Generation[1], destinados a la rehabilitación energética de los edificios, facilita a la ciudadanía intervenir en inmuebles con el objetivo de disminuir la demanda y el consumo energético con subvenciones de hasta el 80% de la inversión, hasta 18.800 € por vivienda y los documentos técnicos subvencionados al 100%. Esto garantiza que cualquier intervención esté estudiada y optimizada.

Además, las intervenciones se harán obligatorias a partir del 2033 por la pretendida directiva Europea que exigirá una calificación energética mínima de la letra D si se quiere alquilar o vender un inmueble, lo que supone la efectiva intervención en un porcentaje superior al 80% de las viviendas existentes, si tenemos en cuenta que las realizadas con normas anteriores al 2013 se califican con una E.

Rehabilitar o reformar no debiera ser sólo cambiar un tabique o colocar sistemas de alta eficiencia, se trata de mejorar la habitabilidad y el confort de sus ocupantes y, para ello, se deben tener en cuenta criterios de salud. Criterios basados en los impactos de la reforma o rehabilitación tanto en la demolición como en la construcción, así como garantizar unas condiciones de confort saludables durante su periodo de uso. Esto es lo que hace imprescindible la participación de un técnico en el diseño y ejecución que además optimizará coste/resultado, pudiendo resultar un 50% menos de presupuesto que si se ejecutara sin un técnico cualificado.

Una calificación, no obligatoria en España, es la declaración ambiental de producto[2]que permite priorizar materiales y sistemas a utilizar respetuosos con el medio ambiente en la intervención. A lo que habría que añadir criterios de diseño pasivos[3] como tener en cuenta la geometría solar y la ventilación natural para calefactar e iluminar de forma natural.

Pero la cuestión principal, que afecta directamente sobre la salud humana es la calidad del aire interior que, según la EPA (Environmental Protection Agency de Estados Unidos), tiene concentraciones de algunos contaminantes de 2 a 5 veces superior a las concentraciones en el exterior. Debemos tener en cuenta que somos los primeros humanos que inhalamos 400 ppm de CO2 y los sistemas de renovación de aire los calibramos para que actúen con concentraciones superiores a 800 ppm, con lo que aceptamos el doble en espacios interiores. Para mejorar la calidad del aire interior[4] de la vivienda debemos incluir la ventilación y renovación de aire necesaria; mecánica o diez minutos diarios de ventilación natural, evitando la pérdida de calor. Por otra parte, y dado que la calidad del aire interior viene determinada fundamentalmente por la humedad relativa y por la temperatura, conviene evitar las concentraciones excesivas de agentes patógenos químicos – gases y partículas de combustión – que generan nauseas, fatigas y enfermedades respiratorias y del corazón, biológicos – cabellos, materias en descomposición, hongos y polvo…- que provocan alergias, tuberculosis, enfermedades respiratorias…, físicos – electromagnetismo – que propician enfermedades musculares, o minerales – plomo, magnesio, cromo, amianto …- que inciden en el malestar intestinal, estreñimiento, anorexia, deficiencias de aprendizaje, pérdida de audición, problemas cardiacos, etc…

La rehabilitación energética debe estar ponderada con una eficiente renovación de aire. Las intervenciones no realizadas por técnicos tienden al superaislamiento, pudiendo resultar mortal si no está correctamente diseñada, pudiendo incrementar los niveles de radón un 56,6%. En España se estiman 200.000 viviendas afectadas por este gas radioactivo con 1.500 muertes anuales.

Las fuentes de los contaminantes son el humo del tabaco, humedades del inmueble, compuestos orgánicos volátiles y otros componentes de determinados materiales de construcción, combustión de combustibles fósiles, productos químicos domésticos, polvo, suciedad, aire contaminado del exterior, gases procedentes del suelo, pinturas, impermeabilizaciones, aislamientos, adhesivos, desinfectantes, tintas, cosméticos, etc.

En base a todo ello el confort hace fundamental el control de la calidad del aire, iluminación correcta, acústica adecuada, disminución de consumo y demanda energética que disminuye emisiones de CO2 eq, ahorro de agua, vegetación interior, humedad y temperatura adecuada, que afectan directamente a la salud de los moradores. El balance, cálculos adecuados, elección de materiales y sistemas, sólo puede estar en manos de un técnico con su estudio específico correspondiente.


[1] Víctor Manuel Zarco Lora, artículo, Next Generation y Eficiencia Energética en Edificación, blog victorzarco.wordpress, España, 6 de noviembre de 2022

[2] Víctor Manuel Zarco Lora, artículo, Emisiones de productos y sistemas, blog victorzarco.wordpress, España, 10 de diciembre de 2019

[3] Víctor Manuel Zarco Lora, artículo, Diseño arquitectónico eficiente, blog victorzarco.wordpress, España, 3 de mayo de 2018

[4] Víctor Manuel Zarco Lora, artículo, Los edificios y la salud, blog victorzarco.wordpress, España, 1 de octubre de 2018

Más metano

El hielo del Ártico forma una capa impermeable a la acumulación de metano que se encuentra bajo ellas. El deshielo del Ártico tiene consecuencias ya conocidas en el cambio climático pero una, no tenida en cuenta en los modelos que los organismos de Naciones Unidas han realizado, es la emisión de estos gases de efecto invernadero acumulados bajo el permafrost (suelo de la Tierra que permanece congelado durante al menos dos años consecutivos) y glaciares, incrementando las consecuencias mencionadas.

En artículo publicado en Nature Geoscience ( @NatureGeosci ), de julio de 2023, redactado por Gabrielle E. Kleber y otros, con el título “Groundwater springs formed during glacial retreat are a large source of methane in the high Arctic”, señala los resultados del estudio realizado en el archipiélago noruego de Svalbard durante el periodo de febrero y mayo de los años 2021 y 2022.

Mencionado estudio señala que en Svalbard Central los manantiales procedentes del deshielo se encuentran saturados de metano 600.000 veces superior al equilibrio atmosférico, con unas emisiones estimadas de 2.310 toneladas de metano en el archipiélago (6.268 km2).

Este descubrimiento, apoyado en otros con similares resultados, revela que el retroceso de los glaciares provocado por el calentamiento global generará nueva fuente de emisiones de este gas de efecto invernadero, retroalimentando el ciclo y acelerando el cambio climático.

Debemos tener en cuenta que el metano (CH4) es el segundo compuesto que más contribuye al calentamiento global y responsable del incremento de temperaturas en un 30-50% según el IPCC ( @IPCC_CH ) (Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático).

Los niveles de metano en 2019 eran más del doble que la de la era preindustrial. Con el descubrimiento de esta nueva fuente de emisión, el deshielo del Ártico, el objetivo del incremento de temperatura en 1,5º se hace difícil, si no imposible teniendo en cuenta que no hay acción decidida para evitarlo.

Naciones Unidas ( @UN ) calcula que los efectos de la reducción del metano serían frenar los efectos del cambio climático, evitar 260.000 muertes prematuras, 775.000 visitas al hospital por asma, 73.000 millones de horas de mano de obra perdidas por calor extremo y 25 millones de toneladas de pérdidas de cultivo al año.

El IPCC establece varios escenarios de impactos sin medidas de adaptación adicionales; en el área central del Planeta el riesgo de pérdida de especies es de 1-5% con incrementos de 1,5ºC y del 100% con incremento de 4ºC, los días de riesgo para la salud humana pasa de 10-50 días con incrementos de temperaturas de 1,7-2.3 ºC a 365 días en el área central del Planeta con incrementos de 4,2-5,4ºC, la producción alimentaria disminuirá (según zonas) de un 10% con incrementos de 0,9-2,4ºC al 35% con incrementos de 3,4-6ºC.

Si queremos evitar temperaturas más altas, tormentas más intensas, inundaciones, propagación de enfermedades, enfermedades y muertes relacionadas con la contaminación, olas de calor, derretimiento de glaciares, incendios, huracanes, cambio de ecosistemas, desaparición de especies, aumento del nivel del mar, disminución de producción alimentaria, hambre, migraciones climáticas,…, debemos ponernos a trabajar, ¡digo yo!

Fuentes:

https://www.nature.com/articles/s41561-023-01210-6

https://news.un.org/es/story/2021/05/1491742

Transformar la ciudad

La planificación de una ciudad debe ser entendida como la herramienta para potenciar valor y bienestar diseñando entornos que permitan el acceso equitativo al empleo, a la integración, evitando la segregación por niveles de renta, a la interacción entre vecinos, a la vivienda, a la independencia económica, todo ello desde el respeto a la biodiversidad del entorno. Esta es la única forma de conseguir un desarrollo económico, social y medioambiental.

Partimos de una ciudad cuyo objetivo precedente era la solución de un derecho habitacional, sin tener en cuenta sus condiciones. Viviendas sin un mínimo de habitabilidad aconsejable es la regla general de España; viviendas no aisladas, sin superficie acorde con sus moradores, inaccesibles, sin servicios básicos, sin infraestructura mínima en barrios,… Todas estas condiciones derivan hacia una situación de exclusión social que no podemos permitir en el siglo XXI. Esta situación existe, aunque nuestro referente sea nuestro espacio inmediato. Se trata de realidades paralelas que viven a la espalda una de otra, pero eso no nos excusa de responsabilidad a la parte acomodada. La responsabilidad de las consecuencias de los guetos no es de los que residen en ellos, si no de los que lo generamos.

Es por esto por lo que una de las herramientas fundamentales es la renovación urbana, dotando de condiciones mínimas de habitabilidad a las viviendas, de entornos con dotaciones básicas conforme a la densidad de población y con medidas de discriminación positivas que palíe el retraso socioeconómico del entorno; medidas de apoyo al empleo, colegios con ratios inferiores, el uso real de las aportaciones finalistas a estos barrios, … En contra de lo que piensa la mayoría de la gente, el apoyo público a este tipo de iniciativas repercute en toda la población. No podemos seguir viviendo sin considerar esta realidad.

Otra actuación imprescindible es planificar para unir las bolsas de suelo urbano aisladas creadas en la era en la que se utilizaba el suelo como un bien económico y no un bien social, en la que la especulación salvaje era la única ley que servía al “mercado”. Debemos “coser” la ciudad y eliminar las barreras físicas creadas de forma intencionada como vías de alto tránsito, vías de tren, muros,… Derribemos las barreras y acerquemos los servicios.

Por último, la expansión de la ciudad sólo debe obedecer a la necesidad de garantizar el derecho habitacional de nuestros ciudadanos, no al uso desmedido del suelo como bien económico que sólo genera ingresos al especulador. Las nuevas áreas urbanas deben ser entendidas dentro del entorno global de la ciudad, que aporte riqueza a la misma, atendiendo al interés general, no al interés del “General”.

Ciudades heterogéneas, no segregadas por niveles de renta, dotada de diversidad de usos en una distancia inferior a 15 minutos andando, haciendo del espacio público espacios de interacción social, entendiendo a nuestros vecinos como nuestra propia responsabilidad, que su biocapacidad se ajuste a sus hábitos de consumo, tolerante, autónoma energéticamente, resiliente a los nuevos retos a los que nos somete el cambio climático, se hace necesario para una sociedad más justa y agradable para todos. Volver al concepto de comunidad sería el mejor de los objetivos, el bienestar de los demás beneficia nuestro estilo de vida. No se trata de ideología, se trata de sentido común. Cuando uno trabaja en un barrio desfavorecido se da cuenta que sus actitudes negativas no son más que un arma de defensa.

Radiación Solar y Arquitectura

A menudo hablamos de clima, efecto invernadero, cambio climático o casas pasivas, y no lo hacemos de lo que genera todos estos efectos; la radiación solar y su geometría. La radiación solar es básica para entender la física básica del cambio climático.

Actualmente, medimos la radiación que llega a la tierra en unidades de energía por unidad de tiempo y área. La temperatura de la Tierra es controlada por la radiación que recibe del Sol con algún otro componente, como la energía geotérmica que recibe de las capas internas, pero en muy pequeña proporción. El calor es una forma de radiación en longitud de onda larga. La radiación recibida por la tierra parte es absorbida, parte reflejada y, de esta, parte vuelve a la Tierra por reflejarse en elementos naturales como el vapor de agua y otra parte por elementos de origen antropogénico como los gases de efecto invernadero.

Como ejemplo hablemos del forzamiento radiativo que es la diferencia entre la potencia que entra en la Tierra procedente del Sol y la que sale desde la Tierra, potenciado por los gases de efecto invernadero. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en 2021 se incrementaron los niveles de dióxido de carbono en un 149%, de metano un 262% y de óxido nitroso un 124% respecto a los niveles preindustriales.

Si hablamos de arquitectura, los edificios se enfrían y se calientan principalmente por intercambio de radiación solar (calentamiento) y de radiación infrarroja (enfriamiento). Por otro lado, es evidente que radiación solar solo hay durante el día y la radiación infrarroja se produce durante todo el día (día y noche). También hay que tener presente que las necesidades de intercambio de calor y frío son diferentes en el verano que en el invierno. La cuestión es controlar en el tiempo esos intercambios para conseguir los efectos deseados.

Utilizando la geometría solar, teniendo en cuenta que la posición del sol en verano es más vertical que en invierno y que sale por el Este dirigiéndose hasta el Oeste por el Sur – en nuestro hemisferio –, orientando la vivienda al Sur podemos hacer que la radiación directa entre en invierno para que nos aporte calor e iluminación y no lo haga en verano incorporando voladizos o árboles de hoja caduca delante de las ventanas. La iluminación natural aporta aproximadamente el doble de flujo luminoso que una artificial, aunque debe ser tratada con difusores y con la reflexión que producen los colores de los interiores. La calefacción por radiación solar directa a través de las ventanas hay que conservarla en el interior accionando las persianas cuando no exista radiación, por ejemplo, que mejoraremos si al interior hay cerramientos con masa suficiente para actuar como verdaderos acumuladores. Las fachadas de orientación Sur pueden ser controladas con un dispositivo que favorezca la salida de radiación infrarroja en el verano y limitarla en el invierno, mediante unas lamas móviles y motorizadas delante de muros con alto nivel de absortancia y, -ley de Kirchoff- de emitancia de tal manera que se pueda controlar la entrada de radiación solar por el día y la salida de radiación infrarroja por la noche.

Y no hemos dicho nada de energía renovable. Al fin y al cabo, el Sol es la única estrella que tiene clave musical.

Ciudades Saludables

Promover ciudades saludables es una acción que depende de las condiciones del entorno y la generación de actitudes positivas. De nada vale acciones dirigidas a la renaturalización, movilidad pasiva y diseño de zonas de encuentro si no tratamos de mejorar las condiciones nocivas previas del medio o impedimos desarrollos que lo empeoran.

Las condiciones del entorno deben ser tratadas para impedir contaminación por encima de los niveles exigidos por la OMS incorporando las medidas correctoras necesarias. Se debiera impedir cualquier actuación nueva que los empeorara o generara peligros añadidos.

Valga como ejemplo la incorporación de una nueva actividad extractiva en un entorno cercano a población urbana. Hay emisiones a la atmósfera sólidas, polvo producido (PM10 y PM2,5), gaseosas de la combustión de la maquinaria utilizada y el proceso de extracción, (CO2, CO, grisú – mezcla explosiva de metano y aire-….), en forma de aerosoles de tóxicos utilizados (sulfúrico, cianuro de sodio,…), ruido generado, onda aérea por explosiones,… También hay impacto sobre el terreno como la deforestación, erosión, pérdida de suelo fértil, modificación del relieve, impacto visual, peligro por desestabilización de laderas, colapso de cavidades afectando al nivel freático, pérdida de propiedades físicas, variaciones en el régimen hídrico, pérdidas de propiedades químicas por contaminación de metales pesados, acidificación, adición de sales, alteraciones de la dinámica fluvial aumentando el peligro de inundación, modificaciones del flujo de agua subterráneas por efectos barrera, contaminación de estas aguas por metales pesados y variación de su PH,….. (Impactos de la minería en el medio natural, Javier Lillo, grupo de geología Universidad Rey Juan Carlos).

Una vez adoptadas las medidas correctoras de lo efectos negativos del medio, limitando actuaciones que influyen en contra de la salud de los ciudadanos, teniendo en cuenta que salud es un estado completo de bienestar físico, mental y social (OMS, 1948), el diseño debiera estar dirigido hacia una ciudad pensada para caminar, renaturalizando espacios urbanos y creando espacios de encuentro. Debemos tener en cuenta que el envejecimiento de la ciudad y los efectos del cambio climático, nos obliga a actuar para mitigar sus consecuencias sobre las poblaciones más vulnerables.

Diseñar la ciudad para andarla reduce la obesidad y enfermedades cardiovasculares. Para esto es necesarios hacer las vías públicas seguras ante accidentes, con sombras que permitan ser cómodas en la severidad del verano e invite a participar en la organización colectiva de la ciudadanía desde la equidad. Para ello, debe planificarse una densidad adecuada, evitando la segregación de la ciudad por niveles de renta, dotando el espacio de todos los servicios y equipamientos: colegios, farmacias, atención primaria, servicios sociales, espacios de reunión, paradas de transporte público, instalaciones deportivas, zonas verdes, zonas de recreo,… Todo ello bajo un estudio exhaustivo de los aspectos demográficos, económicos y sociales, evitando bolsas de suelo sin desarrollar, y mejorando confort climático, topográfico, visual y acústico. Por supuesto, cumpliendo los estándares de accesibilidad universal; la cohesión es la clave.

La renaturalización de espacios urbanos y zonas verdes facilitan la actividad física, reducen el estrés, mejoran los niveles de emisiones acústica y la interacción social. Si tenemos en cuenta las limitaciones de las personas mayores, éstas áreas deberían estar a menos de 10 minutos andando en camino seguro con poca pendiente y aseos; a menor distancia, mayor frecuencia de uso. La incorporación de zonas de agua, lo que se ha dado en llamar infraestructura verde y azul, en las zonas de mayor dimensión, se hace indispensable. Esta acción genera microclima y calidad del aire, aportando oxígeno, actuando como sumidero de CO2 y partículas en suspensión. Influyen directamente sobre la salud física y mental.

Por último, la creación de espacios de reunión y convivencia reducen el aislamiento, individualismo y la soledad, plaga del SXXI. Estos lugares deben garantizar la heterogeneidad de sus usuarios. No hablamos sólo de continentes cerrados, se trata de dirigir el espacio público hacia espacios de relación social. Este punto debe ser implementado con acciones que hagan fluida la relación de sus ciudadanos con sus gobernantes, técnicos, fuerzas económicas y sociales. Lenguaje común, conocimientos compartidos.

Se trata de aprovechar las potencialidades que ofrece la planificación urbana para considerar objetivo la salud de sus ciudadanos en todos sus aspectos, lo contrario sería obedecer a intereses de dudosa honorabilidad.

Fuente: Guía para planificar ciudades saludables, 2021, Red Española de Ciudades Saludables.

Artículo relacionado: https://victorzarco.wordpress.com/2018/09/17/calidad-del-aire-exterior/

Resiliencia Urbana

Se entiende como resiliencia urbana la capacidad de medir los sistemas que conforman la ciudad y sus ciudadanos, así como mantenerlos ante eventos climáticos extremos y otras situaciones de estrés, adaptando y transformando el sistema urbano hacia la sostenibilidad. Ya no se trata de una cuestión de buenas prácticas, sino de una necesidad por el calentamiento global al que sometemos a nuestro planeta.

El sistema urbano considera la dimensión espacial, localizaciones geográficas con su funcionalidades e interconexiones con otros territorios, organizativa, desde un punto de vista de la ciudadanía, física, desde edificios hasta equipamientos, funcional, desde mercados hasta movilidad, y tiempo, dado que la ciudad es un espacio en continuo proceso de transformación.

Las características de la resiliencia urbana descritas por @UNHABITAT son persistencia de los elementos urbanos frente a situaciones de estrés, adaptabilidad a futuros riesgos, inclusividad que garantice seguridad a personas vulnerables, integración e interdependencia de todas las infraestructuras, reflexividad con todos los sistemas en continuos cambios y capacidad de transformación hacia acciones positivas que eliminen riesgos.

El procedimiento comienza con un análisis de la ciudad que dibuje la situación y un diagnóstico basado en datos históricos, climáticos, ecosistemas, áreas urbanas, estructura administrativa, demográficos, económicos y peligros estimados. El diagnóstico que resulte se debe centrar en todos los actores que interactúan a nivel local y la posibilidad de mejora de su gobernanza financiera y estratégica.

Imprescindible la identificación de posibles estrés externos y las medidas de reducción de riesgos con sistemas de avisos tempranos, sistemas de emergencias y planes de recuperación. También resulta importante identificar los posibles estrés internos y las medidas de reducción de la vulnerabilidad mediante planificación urbana, económica y normativa.

No menos importante es planificar los elementos urbanos como su crecimiento, recursos hídricos, energéticos, alimentarios y logísticos, telecomunicaciones, movilidad, servicios públicos, inclusión y protección social, economía, ecosistemas, huella ecológica, biodiversidad y calidad ambiental.

Tenemos muchos medios ya en marcha que facilitan esa elaboración. Uno de ellos es la llamada Nueva Agenda Urbana propiciada por Naciones Unidas y cuenta con múltiples experiencias en marcha.

Todas las ciudades se enfrentan a peligros provocados por el hombre de forma directa, como actos terroristas, y de forma indirecta, como los ocasionados por el cambio climático debido a nuestra insostenible forma de vida.

La acción debe ser global ya que los responsables de la mayor parte de las emisiones son los países ricos y los que van a sufrir sus consecuencias con mayor dureza serán los países pobres. El Planeta no entiende de fronteras y la humanidad no debiera hacer diferencias entre personas, independientemente de su procedencia, nivel económico o condición.

Fuente: www.unhabitat.org/urbanresilience

Zonas de Bajas Emisiones

La necesidad, que a mi juicio debe convertirse en obligatoriedad, de reducir las emisiones de contaminantes a la atmósfera para evitar sus efectos sobre la salud humana y sobre el planeta, tanto desde un punto de vista físico como económico, nos debe llevar a actuar sobre los medios de transportes responsables del 25% de las emisiones totales de los gases de efecto invernadero ( @mitecogob [i]).

Debemos tener en cuenta que la sociedad española de neumología y cirugía torácica[ii] estima que la contaminación causa 10.000 muertes al año en España, que diferentes estudios consideran que el Producto Interior Bruto mundial se reducirá un 3% por el cambio climático (Richard G. Newell, Brian C. Priest, Stevenson E. Sexton [iii]) y el coste de sus consecuencias estará en el 2030 entre el 14-30% del PIB mundial de 2022 (IPPC 2022  pag 1555[iv]).

Ante este desolador panorama se plantean diferentes programas de actuación entre los que se encuentran los relacionados con la planificación urbana. La mejor es la proyección de la ciudad para no tener que utilizar vehículo, generando zonas con heterogeneidad de usos, con todos los servicios necesarios a una distancia adecuada, potenciando la cercanía del puesto de trabajo a la residencia, ganando los ciudadanos la ciudad a los vehículos,… Hay modelos como el diseñado por el arquitecto franco colombiano @CarlosMorenoFr y su ciudad de los 15 minutos que está revolucionando los modelos tradicionales.

Un vehículo, usado el 8% de su vida útil y que ocupa el 65% del espacio público, debe ser eliminado de los espacios de relación social que deben conformar la ciudad. Hay experiencias cercanas, como la de Pontevedra, con reconocimiento internacional y, lo que es más importante, de sus vecinos.

La incorporación de discriminación de vehículos en función de su impacto es una medida obligatoria en ciudades mayores de 50.000 habitantes  (y los mayores de 20.000 habitantes con problemas de concentraciones de emisiones cercanos a los valores límites) a partir de este año 2023 y que se ha dado en denominar Zona de Bajas Emisiones, que forman parte de un plan de movilidad urbana sostenible.

Por supuesto, la movilidad sostenible debe estar complementada con medidas de fomento de movilidad activa (pie y bicicleta), mejora del transporte público, fomento de la electrificación y la movilidad compartida, todo ello con especial atención a la accesibilidad universal y a la mejora de la calidad del aire de los entornos de colegios, centros sanitarios y asistenciales. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 prioriza el cambio modal desde el vehículo de combustión hacia el transporte colectivo al objeto de descarbonización.

Las Zonas de Bajas Emisiones, ya en uso desde los años 90 en otros países europeos, tienen derivadas relacionadas con la inclusión que deben ser tratadas desde un punto de vista urbanístico y social, de lo contrario expulsaría de estas zonas a la población con menos recursos creando un efecto perverso; la segregación por niveles de renta.

Las consecuencias; mejora de la calidad del aire, disminución del ruido, cambio de modelo de movilidad, recuperación del espacio para los ciudadanos, igualdad de oportunidades, efectos sobre la salud física y mental, fomento de la relación social…


[i] https://www.miteco.gob.es/es/cambio-climatico/temas/mitigacion-politicas-y-medidas/transporte.aspx

[ii]https://www.separ.es/sites/default/files/SEPAR%20NP%20medio%20ambiente%20y%20salud%20%284%20jun%2019%29.pdf

[iii] https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0095069621000280#preview-section-abstract

[iv]https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg3/downloads/report/IPCC_AR6_WGIII_FullReport.pdf

Impacto y Planificación Urbana

Previo a cualquier planificación urbana, es necesario evaluar los impactos existentes al objeto de estudiar su atenuación. Lo lógico sería que la administración pública cumpliera su cometido de control y disciplina cuando una actuación descompense los derechos de los demás. Debemos recordar que el principal objetivo del urbanismo es preservar los derechos de los ciudadanos tanto desde el punto de vista económico, las plusvalías generadas por los aprovechamientos son de todos los ciudadanos, como el de bienestar.

La evaluación del impacto también tiene que ver con la acción a desarrollar que debe presentar las bases de la operación pretendida para ser sometida a debate por todos los sectores de la población afectada. La acción urbana, como labor pública que es, debe ser democrática. Permisos sesgados basados en la única justificación del interesado hace cómplice al que otorga derechos que corresponden a toda la ciudadanía.

Y cuando tratamos de impacto no sólo concierne al medioambiente, atañe también al que tiene sobre la salud, el bienestar, fiscal, climático,…. Todos estos datos otorgan fiabilidad a los trabajos de los equipos redactores pero también debieran ser definitivos para los permisos gubernamentales, recordando que este tipo de decisiones administrativas son actos reglados que no pueden estar sometidos a la subjetividad.

Cualquier actuación influye en multitud de factores que pueden modificar el modelo de ciudad pretendido; tráfico, ruido, calidad del aire, gastos de servicios públicos,… pero los aspectos medioambientales influyen en un derecho fundamental, las salud física y mental. Toda acción tiene impactos y uno de los principales objetivos de los documentos técnicos es analizar como se mitigan éstos, cuestión que, hoy por hoy, no es tenida en cuenta. Los documentos son un conjunto de apartados acorde a un índice tipo que, en ocasiones, no se corresponde con el entorno tratado.

El análisis de los impactos determina el alcance de la planificación urbana propuesta. El agua, humedales, renovación de estructuras existentes, recursos históricos, vegetación, dotaciones, población objeto, además de otros aspectos ya señalados, deben ser analizados para ser integrados y diseñar acciones de mitigación de los aspectos negativos existentes y generados en un futuro.

Se hace indispensable un amplio estudio previo del desarrollo previsto que analice todos los impactos de efectos negativos, con posibles medidas alternativas que permitan mitigarlos, para ser sometido a debate a dos escalas; municipal que evalúe los efectos que pueda tener sobre los aprovechamientos, propiedad de todos los ciudadanos, y nivel de barrio para el resto de consecuencias.

Los diferentes usos diseñados deben ser complementarios de los de la ciudad para evitar los procesos de sustitución urbana a los que estamos acostumbrados. De la misma forma, el análisis de costos e ingresos deben ser analizados con valor futuro y no como hasta ahora; se otorga aprovechamientos a una oferta que sólo reporta beneficios al promotor de la actuación y carga de por vida de unos inmensos costos de servicios públicos que no se compensan con los ingresos al no aumentar la población de la localidad.

El análisis debe indicar los beneficios para la ciudad, teniendo en cuenta sus consecuencias; colegios, centros de salud, parques, transporte público, abastecimiento, saneamiento,… La mezcla de usos se hace fundamental para incrementar el bienestar y disminuir las emisiones de CO2 equivalente, y hay experiencias en marcha como la ciudad de 15 minutos diseñada por el profesor @CarlosMorenoFr ; todos los servicios disponibles a 15 minutos andando. También debería haber límites de consumo energético y emisiones de CO2 que, en ningún caso, debería ser superior a la media de las ciudades, no teniendo en cuenta los grandes consumidores y tendiendo al balance neutro. La huella de carbono y la biocapacidad debe incluirse como indicadores a tener en cuenta.

Micro bosques

Hay diferentes métodos para luchar contra la polución en las ciudades y uno de ellos es el calificado como método Miyawaki, creado por el botánico japonés del mismo apellido, y que ha formado más de 3000 alrededor del mundo.

Mientras las ciudades se expanden debido a la concentración de ciudadanos en áreas urbanas, y conocidos los beneficios ambientales de los bosques para paliar la polución que produce las grandes concentraciones de población, además de los beneficios sobre la salud física y mental, se hace prioritario el establecimiento de zonas verdes que hagan las ciudades resilientes al cambio climático.

Si conocemos el carácter regenerativo de la naturaleza y su capacidad de autorregularse, ¿Cómo hemos podido llegar a ponerla en peligro? Probablemente porque “estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades”. Esta frase hecha, utilizada por los poderes económicos para echarnos la culpa a las clases medias de las consecuencias de su infinita avaricia, debiera utilizarse para un hecho probado; en julio hemos consumido lo que la tierra es capaz de reconstituir en todo un año (biocapacidad).

Esta situación ha originado conciencia sobre la llamada ciudad verde con diferentes formas de actuación. Una de ellas es el ya mencionado método Miyawaki que consiste en realizar micro bosques en espacios de la ciudad desnaturalizados, sembrando árboles en línea que favorece el crecimiento, semillas de forma densa con 20 a 30 mil semillas por hectárea de diferentes especies consiguiendo una captación de carbón 40 veces superior a los atrapados con un único tipo, potenciando la renaturalización de forma natural, planificando en 4 capas con árboles de gran porte, porte medio, arbustos y hierba. Se trata de generar un ecosistema que interactúe. Su diseño en diferentes cotas de nivel, teniendo en cuenta la longitud de las raíces que solidarice el espacio, puede tener efectos protectores frente a eventos extremos como tsunamis. Estos micro bosques pueden realizarse en suelos, cubiertas o en fachadas, en lo que se ha dado en llamar jardines verticales, con los condicionantes de cada uno de ellos.

Estos espacios actúan como verdaderos sumideros de CO2 con el proceso de fotosíntesis de las plantas que absorben CO2 y radiación solar, transformándolos en azúcares (carbohidratos) y oxígeno. Además reducen el efecto “isla calor”, disminuyendo la temperatura de las ciudades originada por la absorción de calor de los edificios y pavimentos duros y reemitida al ambiente. Actúan como imbornales de agua ante grandes avenidas. Las raíces de los árboles evitan posibles deslizamientos de suelo.

Las ciudades deben ser la línea de defensa contra el cambio climático si tenemos en cuenta que emiten el 70% de los gases de efecto invernadero del planeta y consume el 70% de la energía total. Este efecto se verá agravado si consideramos que la población urbana se incrementará del 55% actual al 68% en el año 2050. Se trata de mitigación, adaptación y resiliencia ante los futuros retos que se nos presentan como consecuencia de nuestro modo de vida. Habrá un efecto devastador si no ponemos remedio al cambio climático ya que éste producirá más eventos climáticos extremos, disminuyendo alimentos y acceso a agua potable en las zonas más empobrecidas, gestando una emigración hacia espacios urbanizados, incrementando la densidad de las ciudades y sus efectos sobre el medio ambiente, desarrollando zonas vulnerables socialmente. Datos, ciencia, evidencias, planificación y participación parece el único medio.

Capital Verde Europea 2024

Entre las medidas que la Comisión Europea tiene para alcanzar los objetivos de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar la eficiencia energética y el uso de las energías renovables, está el galardón CIUDAD VERDE EUROPEA que en 2022 recayó en la ciudad de Valencia.

Este galardón pretende fomentar ciudades más saludables y sostenibles valorando cuestiones tan diversas como la contribución global al cambio climático, el transporte local, las áreas verdes, la naturaleza y la biodiversidad, la calidad del aire local, la disminución del ruido, el control y tratamiento de residuos, el consumo y tratamiento del ciclo integral del agua, el empleo verde y la eco-innovación, la gestión ambiental por parte de los poderes públicos o el rendimiento energético.

Valencia, con una población de 837.000 habitantes, se ha hecho merecedora de este galardón por su planificación en materia de turismo sostenible, neutralidad climática y una transición hacia políticas de desarrollo urbano consciente con el medio ambiente de forma inclusiva.

De forma genérica, las acciones de la ciudad encaminadas a la adaptación de su legislación a los objetivos de desarrollo sostenible de @UN, cumpliendo así el Pacto Verde Europeo, y la estrategia para combatir los efectos climáticos, fuegos forestales, seguridad alimentaria y protección de la fauna silvestre, han sido claves para el reconocimiento.

Si concretamos, podemos comprobar que el 97% de los vecinos tienen una zona verde a menos de 300 metros, con el parque urbano más largo de Europa, con acciones dirigidas a la renaturalización de ecosistemas y políticas encaminadas a mejorar la calidad del aire, todas ellas hacen de Valencia una ciudad que tiene en su objetivo mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. La protección y creación de espacios verdes es una acción clave poniendo en valor el parque natural de la Albufeira, las huertas periurbanas, nuevos parques y jardines.

En la reorganización de la ciudad se encuentra otra de sus líneas de trabajo recuperando la ciudad para los peatones, no para los coches, haciendo del espacio público zonas de relación social. 160 km de carriles bici y limitar la velocidad de los vehículos a 30 km por hora remata el retorno de la ciudad a sus ciudadanos.

El cuidado del medio es eje fundamental de sus actuaciones certificando, de forma continuada, su huella de carbono e hídrica de la actividad turística, todo ello encaminado a la neutralidad carbónica en 2025.

Incorpora la tecnología para reducir las emisiones de CO2 equivalente, fomenta el vehículo eléctrico, mejora la eficiencia energética, fomenta las opciones alimentarias sostenibles, sometiendo todas ellas a auditorías constantes.

Su visión de acometer los nuevos retos hacia una transición verde y justa, lo hacen más interesante aún con medidas de reducción de emisiones fomentando la economía local, creando etiquetado de proximidad para conocer el impacto de cada producto, haciendo un uso sostenible del suelo, aprovechando huertos como sumideros de CO2 equivalente, eliminando las barreras arquitectónicas y con una oferta turística destinada a personas con movilidad reducida.

Se trata, simplemente, de modelo de ciudad. Unos preferirán ciudades con su entorno destinado a actividad industrial con empleo coyuntural y periodo de caducidad, con los riesgos que suponen para la salud física y mental de sus ciudadanos. Otros preferimos ciudades de los ciudadanos, no de los intereses particulares de algunos, amables, en las que se favorezca la relación social, que genere empleo estructural, que ponga en valor el entorno natural con su conocida influencia positiva en la salud, donde nadie tenga que poner fecha de finalización de estancia por falta de recursos. No debemos olvidar que nos encontramos ante dos realidades; las consecuencias del cambio climático y que somos los primeros humanos que inhalamos más de 400 ppm de CO2.

Next Generation y Eficiencia Energética en Edificación

Los fondos Next Generation para la rehabilitación energética de edificios permite la financiación, por parte de la administración pública, de hasta el 80% de subvención, a fondo perdido, del total de la inversión realizada en una vivienda para ahorrar energía. La cuantía puede incrementarse en casos de vulnerabilidad social y los documentos técnicos necesarios están subvencionados con hasta el 100% según casos.

La cuantía de la subvención depende de la disminución de la demanda y del incremento de ahorro energético que se consigue con la intervención. Para esto hay que tener en cuenta que la capacidad de mejora de eficiencia de un inmueble es en un 57% responsabilidad de el aislamiento de envolvente (muros, techos, suelo y ventanas), el 23% de los sistemas (climatización fundamentalmente) y el 12% de la incorporación de energía renovable.

Pero la eficiencia energética en edificios tiene otras derivadas de vital importancia. El reto más importante que nos encontramos en este momento es el cambio climático, provocado por las emisiones de CO2 eq, generado en un 40% por el sector inmobiliario. El calentamiento global ha provocado la disminución del hielo ártico en una superficie similar a la de Irlanda, además del incremento de la temperatura media de todo el planeta. Nuestro consumo es superior a lo que la Tierra es capaz de generar; a nivel global, en julio hemos consumido lo que se regenera en un año. España, por ejemplo, consume en un año lo que se produce en tres (4,3 hectáreas frente a una biocapacidad de 1,5 hectáreas).

La pobreza energética, entendida como la incapacidad de mantener a temperatura adecuada el inmueble, afecta a 6,8 millones de ciudadanos españoles, estimando 7.200 muertes en invierno y 4.200 en verano de este año. Este hecho es acreditado si se tiene en cuenta que Cruz Roja y Cáritas destinan el 43 % de sus ayudas a este problema. Los factores que afectan a la pobreza energética son el precio de la energía, que no es posible abordar de forma individual teniendo en cuenta su escalada, la renta familiar, que tampoco es afrontable considerando que el riesgo de pobreza se ha incrementado en un 8,90%, y la calidad de la vivienda objeto del programa.

La situación en España con diez millones de viviendas sin aislamiento, una tasa de 538 viviendas cada mil habitantes frente a 432 en Europa, 3,4 millones de viviendas vacías y considerando que la obra nueva emite el doble de CO2 eq que una obra de rehabilitación, hace imprescindible que incidamos en el parque inmobiliario existente y acabemos con la política especulativa de suelo.

Su vertiente económica no es menos interesante. Se considera que para cumplir los objetivos de la Unión Europea necesitamos que el 0,5-0,8% del PIB se dedique a la rehabilitación energética, con una tasa anual de 400.000 viviendas al año, creando 150.000 puestos de trabajo, con un total de 260.000 millones de euros hasta el año 2050, inferior a los 390.000 millones de euros que costaría cumplir mencionados objetivos por otro medio. Si no ponemos remedio a las emisiones, se estima que el coste de los eventos climáticos extremos será del 11% del PIB.

Estas inversiones resultan gratuitas para usuarios si tenemos en cuenta los ahorros en la factura energética, subvenciones públicas y revalorización del inmueble en un 25%. También lo son para la administración; por cada 100 € de subvención revierte vía impuestos 111 € según construmat. Considerando impuestos, empleo, actividad económica y otros, el banco alemán KfW asevera que de cada euro de subvención se generan 4 para las arcas públicas. Por último, el gobierno Irlandés estimó que de la inversión pública dedicada a un programa de rehabilitación energética, retornó el 42 % por ahorro del sistema sanitario.

La Eficiencia Energética Como Oportunidad

Se entiende por eficiencia energética el cociente entre el efecto realmente conseguido dividido por el que se podría haber obtenido si los procesos energéticos hubieran sido perfectos; es decir termodinámicamente reversibles. No siempre es posible obtener el valor numérico de la eficiencia pero, en cualquier caso, cuanto más próxima esté a 1 mejor es el resultado del proceso y menos energía se necesita para conseguir el efecto deseado (luz, movimiento, sonido, etc.). En definitiva, aumentar la eficiencia energética en todas nuestras actividades disminuye el consumo de las formas energéticas que tenemos a nuestra disposición.

Por otro lado, está el rendimiento que, aunque relacionado con la eficiencia, no es exactamente lo mismo. El rendimiento es el cociente entre lo obtenido (sea cual sea la forma energética) y lo que hemos empleado (también sea cual sea la forma energética que hemos utilizado). A título de ejemplos el rendimiento de una central termoeléctrica es del orden de 0,33, es decir que la electricidad obtenida es la tercera parte de la energía térmica que se le ha aportado a la central, sea esta energía procedente de la combustión de carbón, petróleo, gas natural, biomasa o procedente de un reactor nuclear o un receptor de energía solar de media o alta temperatura. El caso que puede sorprender a algunos es que el rendimiento de un determinado dispositivo puede ser mayor que 1. Eso ocurre cuando la forma energética que obtenemos es de menor calidad que la que hemos empleado para hacer funcionar la máquina correspondiente. Es el caso de las bombas de calor que generan calor de media o baja temperatura y utilizan electricidad para accionar el compresor correspondiente. La electricidad es una forma energética de la máxima calidad (exergía dicen los termodinámicos) y el calor obtenido es energía de baja calidad. El rendimiento de esas máquinas puede ser 2, 3, incluso más dependiendo de las condiciones de funcionamiento, en cuanto a temperatura.

En cualquier caso, el objetivo a conseguir en cualquier proceso energético es obtener una alta eficiencia energética consecuencia normalmente de altos rendimientos de los dispositivos correspondientes que, cuando se consigue, puede entenderse como una fuente de energía muy importante.

Solo por el incremento de la población mundial (de 7 a 9 mil millones) y manteniendo el mismo ritmo de demanda energética actual, en el año 2030 se habría aumentado el consumo mundial un 53 % (55 % en emisiones CO2). Optimizando los procesos industriales, mejorando la eficiencia en movilidad y aislando correctamente las viviendas podemos pasar a sólo un 16 % de incremento del consumo, frente al 53 % citado y, al mismo tiempo, se conseguiría controlar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) hasta sólo un 11 % de aumento.

El alto coste de la energía importada en España convierte a la eficiencia energética un verdadero vector de desarrollo. ¿Qué modelo de desarrollo podríamos tener para España que ahorre 46.575 millones de euros, coste de las importaciones energéticas en 2021? Esta cantidad supone el 13,6 % del total de nuestras importaciones y algo más del 17,44 % de lo que la ONU estima como necesarios para acabar con el hambre en el mundo, 267.000 millones de $ (FAO 2015).

Repensar la ciudad

Independientemente de la necesidad de cambiar nuestras ciudades para hacerlas más sostenibles y favoreciendo la no segregación por niveles de renta, la pandemia del COVID 19 nos ha condicionado el diseño, basado en la evidencia de que la propagación de la enfermedad está íntimamente ligada a la densidad de población.

La previsión de que el 68% de la población mundial vivirá en ciudades en el año 2050, hace que este cambio se centre sobre éstas. Necesitamos ciudades diseñadas con patrones de sostenibilidad, limitando emisiones, aumentando la resiliencia al cambio climático, haciéndola equitativa, igualitaria y saludables, limitando el consumo y la producción a las necesidades reales de cada una de ellas.

Parece claro que debemos tender a comunidades menos pobladas, verdes, inclusivas, seguras y saludables, favoreciendo asentamientos en pequeñas poblaciones y cambiando hábitos en las ya existentes. Un ejemplo de ello puede ser diseños como la ciudad en 15 minutos, cuyo máximo valedor es el profesor @CarlosMorenoFr y cuyo testigo es utilizado por la alcaldesa de París @Anne_Hidalgo.

La idea es tener todo tipo de servicios a 15 minutos en bicicleta, fomentando la relación social de los vecinos y limitado el uso del transporte privado. El fomento del teletrabajo ayudaría a esta iniciativa eliminando los grandes consumidores de energía en los que se convierten los edificios de oficinas. Esta actuación reduce las emisiones de CO2 equivalente, limita el efecto isla-calor, disminuyendo la temperatura de las ciudades, y evita movilidad innecesaria, impidiendo el esparcimiento de enfermedades a las que estamos abocados por la pérdida de biodiversidad.

Hacer ciudades sostenibles e inclusivas requiere del concurso de políticas valientes y audaces de los responsables de la acción pública para abordar los desafíos a los que nos enfrentan los problemas nuevos y los crónicos. Financiación, innovación y tecnología se hacen imprescindibles para llegar a los objetivos.

Una economía, sociedad y actuación contra los efectos climáticos a través de intervenciones hacia la resiliencia, son una necesidad. Nuevo sistema fiscal que se adecue a las necesidades, favoreciendo tareas bajas en carbono de la ciudadanía, amplio sistema de protección a los sectores desfavorecidos, colaboración entre administraciones para un bien común, nuevas zonas verdes de bajo consumo de agua, planeamientos basados en la geometría solar, disminución de densidad edificatoria y medidas similares lucharán contra las justificadas amenazas a las que nos enfrentamos en un futuro inmediato.

Para ello se está fomentando la Nueva Agenda Urbana que define actuaciones a realizar en función de un exhaustivo estudio de la situación, eliminando la arbitrariedad de la ocurrencia que sólo pretende un beneficio individual. Esta Agenda fue considerada como el instrumento eficaz en la cumbre @onuhabitat de Naciones Unidas y ciudades como @Ayto_Caceres o localidades más pequeñas como @aytocasar de Cáceres, han sido seleccionadas por su activo trabajo previo en este sentido.

La pandemia nos ha dado un toque de atención sobre la necesidad de acelerar el cambio del sistema, que deben ir acompañadas del concurso de los ciudadanos. La Agenda urbana bien planificada es un verdadero contrato social entre todos los sectores de la ciudad afectados, especialmente sus ciudadanos. La inacción sólo tiene una consecuencia, el empeoramiento de la situación. Sólo planificaciones y acciones sostenibles en los ámbitos económicos, social y medio ambiental permitirán que las ciudades estén preparadas para la próxima crisis.