Micro bosques

Hay diferentes métodos para luchar contra la polución en las ciudades y uno de ellos es el calificado como método Miyawaki, creado por el botánico japonés del mismo apellido, y que ha formado más de 3000 alrededor del mundo.

Mientras las ciudades se expanden debido a la concentración de ciudadanos en áreas urbanas, y conocidos los beneficios ambientales de los bosques para paliar la polución que produce las grandes concentraciones de población, además de los beneficios sobre la salud física y mental, se hace prioritario el establecimiento de zonas verdes que hagan las ciudades resilientes al cambio climático.

Si conocemos el carácter regenerativo de la naturaleza y su capacidad de autorregularse, ¿Cómo hemos podido llegar a ponerla en peligro? Probablemente porque “estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades”. Esta frase hecha, utilizada por los poderes económicos para echarnos la culpa a las clases medias de las consecuencias de su infinita avaricia, debiera utilizarse para un hecho probado; en julio hemos consumido lo que la tierra es capaz de reconstituir en todo un año (biocapacidad).

Esta situación ha originado conciencia sobre la llamada ciudad verde con diferentes formas de actuación. Una de ellas es el ya mencionado método Miyawaki que consiste en realizar micro bosques en espacios de la ciudad desnaturalizados, sembrando árboles en línea que favorece el crecimiento, semillas de forma densa con 20 a 30 mil semillas por hectárea de diferentes especies consiguiendo una captación de carbón 40 veces superior a los atrapados con un único tipo, potenciando la renaturalización de forma natural, planificando en 4 capas con árboles de gran porte, porte medio, arbustos y hierba. Se trata de generar un ecosistema que interactúe. Su diseño en diferentes cotas de nivel, teniendo en cuenta la longitud de las raíces que solidarice el espacio, puede tener efectos protectores frente a eventos extremos como tsunamis. Estos micro bosques pueden realizarse en suelos, cubiertas o en fachadas, en lo que se ha dado en llamar jardines verticales, con los condicionantes de cada uno de ellos.

Estos espacios actúan como verdaderos sumideros de CO2 con el proceso de fotosíntesis de las plantas que absorben CO2 y radiación solar, transformándolos en azúcares (carbohidratos) y oxígeno. Además reducen el efecto “isla calor”, disminuyendo la temperatura de las ciudades originada por la absorción de calor de los edificios y pavimentos duros y reemitida al ambiente. Actúan como imbornales de agua ante grandes avenidas. Las raíces de los árboles evitan posibles deslizamientos de suelo.

Las ciudades deben ser la línea de defensa contra el cambio climático si tenemos en cuenta que emiten el 70% de los gases de efecto invernadero del planeta y consume el 70% de la energía total. Este efecto se verá agravado si consideramos que la población urbana se incrementará del 55% actual al 68% en el año 2050. Se trata de mitigación, adaptación y resiliencia ante los futuros retos que se nos presentan como consecuencia de nuestro modo de vida. Habrá un efecto devastador si no ponemos remedio al cambio climático ya que éste producirá más eventos climáticos extremos, disminuyendo alimentos y acceso a agua potable en las zonas más empobrecidas, gestando una emigración hacia espacios urbanizados, incrementando la densidad de las ciudades y sus efectos sobre el medio ambiente, desarrollando zonas vulnerables socialmente. Datos, ciencia, evidencias, planificación y participación parece el único medio.