Edificios públicos y coronavirus

La calidad del aire interior de los edificios es una asignatura pendiente, sobradamente tratada pero deficientemente solucionada. La OMS estima que el 30% de los edificios existentes están enfermos, pero la cuestión genérica del problema, humildemente tratada en el artículo publicado en mi blog “los edificios y la salud”, es superado por la necesidad de proteger la estancia de personas del virus que nos acecha en colegios, centros de trabajo y otros edificios de pública concurrencia.

La aparición de múltiples artefactos, presuntos “atrapadores” del SARS-COV-2, desde mi punto de vista, responde más a la necesidad de tranquilizar a los ocupantes que de solucionar el problema. Eso sí, previo pago de un importe no asociado al resultado buscado. Por supuesto, lo que pretendo es generar la duda para que se estudie el tema y se pregunte a los que realmente saben de la materia: Médicos, virólogos, especialistas en ventilación, …

Uno de estos dispositivos son los generadores de Ozono (O3) que son tóxicos a determinadas concentraciones, no deben ser usados en interiores (se pueden consultar valores guía de la OMS en el artículo señalado) y no está demostrado que elimine el virus.

Otros son lo purificadores con distintos tipos de filtros que atrapan partículas de hasta 0,3 micras, muy buenos para las alergias, pero de cuestionada eficacia para el virus si tenemos en cuenta que el SARS-COV-2 mide 4 veces menos (0,08-0,16 micras). Cierto es que van acompañadas de gotículas de entre 1-100 micras, pero éstas se evaporan a mucha velocidad, pudiendo el virus permanecer activo en el aire hasta 3 horas. Un problema añadido de estos aparatos es que recircula el aire, lo que incrementaría la velocidad de contagio si no retuviera las partículas, muy visible en la infografía publicada por @el_pais .

Hay otro sistema basado en luz germicida ultravioleta que destruye el ADN de los contaminantes, siendo de eficacia contrastada para matar virus, bacterias y gérmenes, pero su radiación directa sobre personas y animales es muy peligrosa.

Hay otros sistemas como la fotocatálisis, ionización, etc. pero de eficacia no comprobada frente al virus, o yo no la he encontrado.

Así las cosas, además de las medidas sobradamente conocidas como desinfección de superficies, uso de mascarillas y distancia de seguridad, se hace imprescindible la renovación de aire. El peligro de contagio se incrementa exponencialmente cuando existe poca ventilación, debiendo ser el aporte de aire exterior máximo.

Algunos expertos consideran recomendable un mínimo de 12,5 litros por hora y ocupante (IDA 2 RITE). La monitorización de la renovación podría hacerse con sondas de CO2 que SÓLO indican si se renueva el aire, no que no exista virus, siendo concentraciones inferiores a 500 ppm de CO2 las que nos pudieran indicar este extremo.

La renovación de aire se puede hacer mecánicamente, pero deben estar funcionando a máximo caudal con ocupación (punto de demanda 400 ppm) y al mínimo, sin ella, pero siempre funcionando. Los sistemas de ventilación, incluidas las unidades de aire acondicionado, filtran de forma segura las gotas grandes que contienen SARSCoV-2 pero no los aerosoles COVID-19. Es fundamental que estos sistemas garanticen la separación al 100% del aire que se expulsa del que se toma del exterior.

En lo posible, debe eliminarse la recirculación de aire provocada por equipos de aire habituales ya que el flujo de aire generado puede facilitar la propagación. Los extractores de los baños y aseos deben estar funcionando 24 horas los 7 días de la semana.

En resumen, los sistemas de climatización por aire que no incorporen aire del exterior, que es lo habitual, deben no ponerse en funcionamiento. La temperatura y humedad no afectan al virus en nuestras condiciones de confort.

Al final nos queda el método más efectivo, abrir las ventanas desde 15 minutos antes de su ocupación, aunque el edificio esté dotado de un sistema de renovación de aire. En todo momento hemos hablado de centros de trabajo, colegios o locales de pública concurrencia. Todo esto, sometido a mejor criterio, yo sólo he interpretado, a lo mejor de forma no correcta, documentos de la @WHO, @Atecyr, @REHVAHVAC y otros, que son los que saben de estas cosas.

Dibujo: Anita (10 años)

Cuantificación de ahorros en rehabilitación energética

Las obligatorias certificaciones energéticas tienen consecuencias directas sobre el consumo de energía. El análisis efectuado con la certificación indica los niveles de emisiones de CO2 y de demanda de energía según tipo de consumo, pero lo hace desde un punto de vista teórico para que la calificación sea comparable entre inmuebles aunque, de esta forma, no se tienen en cuenta los hábitos de consumo.

Con el objeto de cuantificar el resultado de la aplicación de medidas de eficiencia energética haremos referencia a una auditoría que analiza todos y cada uno de los elementos que afectan al consumo de forma más pormenorizada. El edificio auditado es de uso administrativo, situado en Cáceres, de 2.500 metros cuadrados, exento y recientemente ejecutado, con lo que ya incorpora equipos eficientes energéticamente. Analizando equipos, aislamiento, aportación solar, intensidad lumínica existente y facturación energética, se aportan soluciones que puedan ser amortizables en periodos inferiores a 4 años.

Iluminancia según orientación

El análisis de la factura propone ajustar la potencia contratada y eliminar la energía reactiva con una batería de condensadores.

La mejora de la iluminación consiste en la incorporación de balastos electrónicos a lámparas fluorescentes, sustitución de lámparas halógenas y fluorescentes por otras de mejor iluminancia y menor potencia, sectorización y automatización de encendido. Además se incorporan equipos de generación de energía renovable.

Con estas medidas, amortizables en cuatro años, la administración pública podría ahorrarse 25.000 euros al año y emitiría un 24 % menos de CO2. Si hiciéramos extensible estas medidas a los 100.000 metros cuadrados construidos de titularidad de la Junta de Extremadura se podría ahorrar más de un millón de euros anuales, dejando de emitir más de 1.600 t CO2 a la atmósfera.

En una experiencia de actuación residencial, en el barrio madrileño de Fuencarral, la rehabilitación de un edificio de los años 60 ha permitido pasar de una calificación energética G (la peor) a una A (la mejor), reduciendo un 92,5 % de las emisiones de CO2 y un 50% el consumo de energía, con una inversión de 12.000 – 15.000 € por vivienda, amortizable en 16 años y ha supuesto una revalorización del inmueble de un 25 % según tasación realizada.