Eficiencia en edificios

La eficiencia energética es un vector que se convierte en un verdadero modelo económico si tenemos en cuenta que las importaciones de productos energéticos en el año 2022 supusieron el 19,9 % del total de las importaciones en nuestro país, con un coste de 90.879,5 millones de euros, el 37,15% del dinero necesario para acabar con el hambre en el mundo que Naciones Unidas estima en 267.000 millones de dólares ( @FAO 2015).

En este sentido, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima moviliza 241.000 millones de euros para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y una creación de empleo neta de entre 253.000 y 348.000 personas al año en el periodo 2021-2030. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia apuntala la acción con 140.000 millones de euros en el periodo 2021-2026. A esta mareante relación de cifras, hay que añadir el efecto de la reducción de la factura energética a partir del año 2025.

Para alcanzar los objetivos de estos planes, hay que actuar en la mitigación y adaptación al cambio climático, y la conservación de la biodiversidad y desarrollo de la infraestructura verde, la conectividad y la restauración ecológica. Debemos recordar que las especies han disminuido, al menos, un 20% desde 1900 y un millón de especies están en peligro de extinción, según @ONU.

Una de las prioridades de la Unión Europea es la descarbonización del parque inmobiliario que, en España, consume el 30% de la energía final. Así, se marcan como ejes de transición la rehabilitación energética de edificios, la construcción de edificios de bajo consumo, la planificación urbana sostenible y la renaturalización, entre otros.

La situación de los edificios en España avala la necesidad de actuar en ellos. Con 23,5 millones de viviendas residenciales y 12,3 millones de edificios no residenciales (excepto País Vasco y Navarra), el 80% ineficientes con calificaciones E, F y G, la mitad con más de 30 años, es decir, previo a cualquier regulación de exigencias mínimas en cuanto a aislamiento.

La planificación urbana sostenible debiera tener en cuenta criterios de captación pasiva utilizando la geometría solar y vientos dominantes, la población real para evitar procesos de sustitución urbana, la movilidad sostenible para evitar el 10% de la totalidad de emisiones provocadas en las grandes urbes, la renaturalización de espacios, las infraestructuras necesarias para los eventos climáticos extremos, etc.

Priorizar la rehabilitación frente a nuevas áreas urbanas lo avala que la energía de un inmueble es el 60% durante su uso y el 40% durante su periodo de construcción y deconstrucción. Para ello, se impulsa la renovación de edificios mediante obras de rehabilitación basadas en el aislamiento de cerramientos verticales, cubiertas y carpinterías exteriores, instalación de equipos térmicos de alta eficiencia, la incorporación de energía renovable y mejora de la iluminación.

El objetivo, la rehabilitación energética de 1.200.079 viviendas en una década con una creación de empleo estimada de 160.000 personas. Hablamos de salud, además de aumentar las prestaciones energéticas, el confort y disminuir la factura.