Ciudades Saludables

Promover ciudades saludables es una acción que depende de las condiciones del entorno y la generación de actitudes positivas. De nada vale acciones dirigidas a la renaturalización, movilidad pasiva y diseño de zonas de encuentro si no tratamos de mejorar las condiciones nocivas previas del medio o impedimos desarrollos que lo empeoran.

Las condiciones del entorno deben ser tratadas para impedir contaminación por encima de los niveles exigidos por la OMS incorporando las medidas correctoras necesarias. Se debiera impedir cualquier actuación nueva que los empeorara o generara peligros añadidos.

Valga como ejemplo la incorporación de una nueva actividad extractiva en un entorno cercano a población urbana. Hay emisiones a la atmósfera sólidas, polvo producido (PM10 y PM2,5), gaseosas de la combustión de la maquinaria utilizada y el proceso de extracción, (CO2, CO, grisú – mezcla explosiva de metano y aire-….), en forma de aerosoles de tóxicos utilizados (sulfúrico, cianuro de sodio,…), ruido generado, onda aérea por explosiones,… También hay impacto sobre el terreno como la deforestación, erosión, pérdida de suelo fértil, modificación del relieve, impacto visual, peligro por desestabilización de laderas, colapso de cavidades afectando al nivel freático, pérdida de propiedades físicas, variaciones en el régimen hídrico, pérdidas de propiedades químicas por contaminación de metales pesados, acidificación, adición de sales, alteraciones de la dinámica fluvial aumentando el peligro de inundación, modificaciones del flujo de agua subterráneas por efectos barrera, contaminación de estas aguas por metales pesados y variación de su PH,….. (Impactos de la minería en el medio natural, Javier Lillo, grupo de geología Universidad Rey Juan Carlos).

Una vez adoptadas las medidas correctoras de lo efectos negativos del medio, limitando actuaciones que influyen en contra de la salud de los ciudadanos, teniendo en cuenta que salud es un estado completo de bienestar físico, mental y social (OMS, 1948), el diseño debiera estar dirigido hacia una ciudad pensada para caminar, renaturalizando espacios urbanos y creando espacios de encuentro. Debemos tener en cuenta que el envejecimiento de la ciudad y los efectos del cambio climático, nos obliga a actuar para mitigar sus consecuencias sobre las poblaciones más vulnerables.

Diseñar la ciudad para andarla reduce la obesidad y enfermedades cardiovasculares. Para esto es necesarios hacer las vías públicas seguras ante accidentes, con sombras que permitan ser cómodas en la severidad del verano e invite a participar en la organización colectiva de la ciudadanía desde la equidad. Para ello, debe planificarse una densidad adecuada, evitando la segregación de la ciudad por niveles de renta, dotando el espacio de todos los servicios y equipamientos: colegios, farmacias, atención primaria, servicios sociales, espacios de reunión, paradas de transporte público, instalaciones deportivas, zonas verdes, zonas de recreo,… Todo ello bajo un estudio exhaustivo de los aspectos demográficos, económicos y sociales, evitando bolsas de suelo sin desarrollar, y mejorando confort climático, topográfico, visual y acústico. Por supuesto, cumpliendo los estándares de accesibilidad universal; la cohesión es la clave.

La renaturalización de espacios urbanos y zonas verdes facilitan la actividad física, reducen el estrés, mejoran los niveles de emisiones acústica y la interacción social. Si tenemos en cuenta las limitaciones de las personas mayores, éstas áreas deberían estar a menos de 10 minutos andando en camino seguro con poca pendiente y aseos; a menor distancia, mayor frecuencia de uso. La incorporación de zonas de agua, lo que se ha dado en llamar infraestructura verde y azul, en las zonas de mayor dimensión, se hace indispensable. Esta acción genera microclima y calidad del aire, aportando oxígeno, actuando como sumidero de CO2 y partículas en suspensión. Influyen directamente sobre la salud física y mental.

Por último, la creación de espacios de reunión y convivencia reducen el aislamiento, individualismo y la soledad, plaga del SXXI. Estos lugares deben garantizar la heterogeneidad de sus usuarios. No hablamos sólo de continentes cerrados, se trata de dirigir el espacio público hacia espacios de relación social. Este punto debe ser implementado con acciones que hagan fluida la relación de sus ciudadanos con sus gobernantes, técnicos, fuerzas económicas y sociales. Lenguaje común, conocimientos compartidos.

Se trata de aprovechar las potencialidades que ofrece la planificación urbana para considerar objetivo la salud de sus ciudadanos en todos sus aspectos, lo contrario sería obedecer a intereses de dudosa honorabilidad.

Fuente: Guía para planificar ciudades saludables, 2021, Red Española de Ciudades Saludables.

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