La (des)regularización del sistema eléctrico

La generación de energía eléctrica es muy diversa y todo el ruido generado alrededor de la electricidad tiene, a mi juicio, un único objetivo; el control del mercado a través de la generación de la electricidad, eliminando a los pequeños inversores en renovables por considerarlos “intrusos” en un mercado de los de siempre. De aquí las propuestas de prórrogas a las nucleares y grandes hidroeléctricas.

Si los representantes de los ciudadanos quieren poner coto al desmesurado beneficio de las eléctricas, estas empiezan con los órdagos, por no llamarlos amenazas, ofreciendo bajar la factura a los ciudadanos a cambio de 2.600 millones de euros, o que van a cerrar las nucleares cuando la capacidad de generación de electricidad en España es 110287 MW (2020), la máxima potencia utilizada en la historia 45.450 MW y las nucleares aportan 7.390,77 MW, echen las cuentas. Nos sobra capacidad de generación, ¡cierren las nucleares!

Por no comentar la misiva de las empresas del sector al vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmenrmans, a la también vicepresidenta de Competencia, Marghrete Vestager y a la comisaria de Energía, Kadri Simson, instando a que haga todo lo posible para tumbar el nuevo RDL 17/2021 por el que se recorta los mencionados 2.600 millones beneficios “caídos del cielo” de las compañías eléctricas por los altos precios del gas, además del Proyecto de Ley de dividendo del CO2.

Todo esto, utilizando nuestros recursos para beneficio propio, permitiéndose vaciar nuestro dominio público  hidráulico para cobrar el kW a precio del generado por gas, provocando graves problemas en la biodiversidad que se surte de estas láminas de agua.

Además de la tradicional amenaza de dejar de invertir, cuando la razón es que sobra la mitad de la potencia instalada. Otras reclamando fiscalidad eficiente, y aquí estoy de acuerdo; los beneficios de estas empresas deben tributar en España y la carga fiscal sobre ellos debe acercarse un poquito, sólo un poquito, a la que tenemos los trabajadores (aunque me temo que no es este el objetivo de su propuesta).

Y ¿De dónde viene la electricidad? En el informe de REE 2020, la electricidad generada en el 2020 en España procedió en un 22,5% de la eólica, un 12,8% de la hidráulica, un 6,2% de la solar fotovoltaica, un 1,9% de solar térmica, un 0,3% de residuos renovables, un 1,1% de turbinación por bombeo, un 23,3% de la nuclear, un 2% por carbón, un 16% por ciclo combinado, un 11,3% por cogeneración y un 0,8% por residuos no renovables. Resumiendo, el 45,5% procede de energía renovable y el 54,5% de no renovable.

La comparación de datos con respecto al 2019 son esperanzadores, aunque habrá que tener en cuenta la ralentización de la economía a causa de la pandemia; la demanda de electricidad disminuyó un 5,5%, la generación de energía no renovable ha disminuido un 6,6% y una disminución histórica del 27,8% de emisiones de CO2 equivalente. Aunque positivos, debemos recordar que somos los primeros humanos que respiramos más de 400 ppm de CO2 en cada inhalación (el observatorio de Izaña ha registrado en mayo de 2021 una concentración de dióxido de carbono (CO2) de 419.7 partes por millón (ppm)).

Mientras tanto, el afamado economista francés, Thomas Piketty, en entrevista realizada por el país, advierte; “Desde la crisis de 2008 se ha acelerado la toma de conciencia sobre los excesos de la desregulación financiera de los años ochenta y noventa”.