Patologías en fachadas y cubiertas

La patologías más fáciles de detectar son las que se producen en fachadas y cubiertas. Los edificios se mueven, sobre todo durante sus dos primeros años, por lo que no suelen tener más importancia que el efecto estético salvo humedades. Por supuesto, deben ser objeto de observación continua y, una vez comprobado la finalización de su progresión, reparar.

Los orígenes de las patologías son físicos, químicos o mecánicos, debidas a cargas y sobrecargas, empujes, rozamientos, impactos, deficiente cálculo o diseño, ejecución, material, mantenimiento, etc. Las patologías más habituales se producen en la unión de distintos materiales sin tener en cuenta sus diferentes coeficientes de dilatación térmica. Debemos considerar que la cantidad de radiación solar que se transforma en energía térmica provoca que la parte exterior de un muro esté 50 ºC más que la temperatura ambiente si éste es oscuro, 12 ºC más si es claro o 0 ºC si la fachada está sombreada o ventilada – considerando que no hay viento -.

Nada despreciable son los efectos de determinadas patologías generadas por humedades, ya que afecta a la calidad del aire interior del inmueble por los hongos que genera, provocando determinadas enfermedades respiratorias. De aquí la importancia de solucionar el problema, nunca taparlo.

Entre las patologías de fachadas más frecuentes son destacables las humedades por capilaridad por carecer de barrera al paso de la humedad del suelo, humedades por lluvias a través de fisuras o revestimiento degradado, humedades por condensaciones por falta de ventilación en espacios con alta humedad relativa, humedades accidentales por instalaciones, fisuras en uniones no tratadas de diferentes materiales por dilataciones térmicas, roturas de dinteles y antepechos, fisuras por asentamientos, excesiva esbeltez, hundimiento de piezas cerámicas o mortero.

En cuanto a las cubiertas, las patologías características son la pérdida de estanqueidad, aislamiento térmico e higrotérmico y condensaciones. Sus causas son por lesiones en la cobertura, soporte, estructura, láminas impermeabilizantes y su protección, sistema de evacuación de aguas o aislamientos.

En resumen, buen diseño, ejecución correcta y un continuo mantenimiento de los elementos constructivos son las claves de un buen edificio.