El objetivo de cualquier hogar es el confort de sus ocupantes, que incrementa la habitabilidad del espacio, y que está íntimamente ligado a la salud de sus moradores. Cuando nos planteamos una reforma o rehabilitación lo hacemos desde un punto espacial, “quiero hacer una habitación más”, o de diseño, cambiando revestimientos, pero en ningún caso tenemos en cuenta que en las viviendas pasamos el 80% de nuestro tiempo.
Los actuales fondos Next Generation[1], destinados a la rehabilitación energética de los edificios, facilita a la ciudadanía intervenir en inmuebles con el objetivo de disminuir la demanda y el consumo energético con subvenciones de hasta el 80% de la inversión, hasta 18.800 € por vivienda y los documentos técnicos subvencionados al 100%. Esto garantiza que cualquier intervención esté estudiada y optimizada.
Además, las intervenciones se harán obligatorias a partir del 2033 por la pretendida directiva Europea que exigirá una calificación energética mínima de la letra D si se quiere alquilar o vender un inmueble, lo que supone la efectiva intervención en un porcentaje superior al 80% de las viviendas existentes, si tenemos en cuenta que las realizadas con normas anteriores al 2013 se califican con una E.
Rehabilitar o reformar no debiera ser sólo cambiar un tabique o colocar sistemas de alta eficiencia, se trata de mejorar la habitabilidad y el confort de sus ocupantes y, para ello, se deben tener en cuenta criterios de salud. Criterios basados en los impactos de la reforma o rehabilitación tanto en la demolición como en la construcción, así como garantizar unas condiciones de confort saludables durante su periodo de uso. Esto es lo que hace imprescindible la participación de un técnico en el diseño y ejecución que además optimizará coste/resultado, pudiendo resultar un 50% menos de presupuesto que si se ejecutara sin un técnico cualificado.
Una calificación, no obligatoria en España, es la declaración ambiental de producto[2]que permite priorizar materiales y sistemas a utilizar respetuosos con el medio ambiente en la intervención. A lo que habría que añadir criterios de diseño pasivos[3] como tener en cuenta la geometría solar y la ventilación natural para calefactar e iluminar de forma natural.
Pero la cuestión principal, que afecta directamente sobre la salud humana es la calidad del aire interior que, según la EPA (Environmental Protection Agency de Estados Unidos), tiene concentraciones de algunos contaminantes de 2 a 5 veces superior a las concentraciones en el exterior. Debemos tener en cuenta que somos los primeros humanos que inhalamos 400 ppm de CO2 y los sistemas de renovación de aire los calibramos para que actúen con concentraciones superiores a 800 ppm, con lo que aceptamos el doble en espacios interiores. Para mejorar la calidad del aire interior[4] de la vivienda debemos incluir la ventilación y renovación de aire necesaria; mecánica o diez minutos diarios de ventilación natural, evitando la pérdida de calor. Por otra parte, y dado que la calidad del aire interior viene determinada fundamentalmente por la humedad relativa y por la temperatura, conviene evitar las concentraciones excesivas de agentes patógenos químicos – gases y partículas de combustión – que generan nauseas, fatigas y enfermedades respiratorias y del corazón, biológicos – cabellos, materias en descomposición, hongos y polvo…- que provocan alergias, tuberculosis, enfermedades respiratorias…, físicos – electromagnetismo – que propician enfermedades musculares, o minerales – plomo, magnesio, cromo, amianto …- que inciden en el malestar intestinal, estreñimiento, anorexia, deficiencias de aprendizaje, pérdida de audición, problemas cardiacos, etc…
La rehabilitación energética debe estar ponderada con una eficiente renovación de aire. Las intervenciones no realizadas por técnicos tienden al superaislamiento, pudiendo resultar mortal si no está correctamente diseñada, pudiendo incrementar los niveles de radón un 56,6%. En España se estiman 200.000 viviendas afectadas por este gas radioactivo con 1.500 muertes anuales.
Las fuentes de los contaminantes son el humo del tabaco, humedades del inmueble, compuestos orgánicos volátiles y otros componentes de determinados materiales de construcción, combustión de combustibles fósiles, productos químicos domésticos, polvo, suciedad, aire contaminado del exterior, gases procedentes del suelo, pinturas, impermeabilizaciones, aislamientos, adhesivos, desinfectantes, tintas, cosméticos, etc.
En base a todo ello el confort hace fundamental el control de la calidad del aire, iluminación correcta, acústica adecuada, disminución de consumo y demanda energética que disminuye emisiones de CO2 eq, ahorro de agua, vegetación interior, humedad y temperatura adecuada, que afectan directamente a la salud de los moradores. El balance, cálculos adecuados, elección de materiales y sistemas, sólo puede estar en manos de un técnico con su estudio específico correspondiente.
[1] Víctor Manuel Zarco Lora, artículo, Next Generation y Eficiencia Energética en Edificación, blog victorzarco.wordpress, España, 6 de noviembre de 2022
[2] Víctor Manuel Zarco Lora, artículo, Emisiones de productos y sistemas, blog victorzarco.wordpress, España, 10 de diciembre de 2019
[3] Víctor Manuel Zarco Lora, artículo, Diseño arquitectónico eficiente, blog victorzarco.wordpress, España, 3 de mayo de 2018
[4] Víctor Manuel Zarco Lora, artículo, Los edificios y la salud, blog victorzarco.wordpress, España, 1 de octubre de 2018