Energía solar fotovoltaica

Las instalaciones fotovoltaicas generan electricidad en corriente continua (12 V o 24, o 48) por el efecto fotovoltaico, ya que al incidir la radiación solar sobre un material semiconductor (silicio) tratado microscópicamente con otros elementos (boro y fósforo principalmente) se genera una diferencia de potencial (tensión). La unidad de estas instalaciones se llama célula y genera una tensión de 0,562 V por lo que hay que asociar varias células para conseguir la tensión de funcionamiento. La unión de estas células componen los módulos que, para optimizar su rendimiento, deben orientarse hacia el Sur (España), en una inclinación coincidente con la latitud menos 10 º, captando la mayor irradiancia posible y obteniendo la máxima potencia.

Las instalaciones pueden ser aisladas (viviendas, faros, bombeos…) o conectadas a la red (grupos de viviendas o centrales de gran tamaño). La electricidad generada puede ser almacenada y utilizarse tanto en corriente continua como transformada en corriente alterna (220 V) mediante dispositivos que llamados inversores.

Existen células de varios tipos, siendo las de silicio monocristalino y policristalino las más utilizadas con buen rendimiento (1 kWp por cada 7-9 m2). Una instalación para corriente continua suele incorporar baterías y reguladores de tensión como protección de éstas. Cuando se transforma la corriente en alterna, se requiere el correspondiente inversor, junto con las protecciones eléctricas, y un contador en el caso de conexión a la red. Los módulos de reciente fabricación se hacen ya compatibles con el diseño arquitectónico.

Cada kWh así producido, evita la emisión de 1 kg de CO2 eq (central de carbón) y su instalación masiva podría generar 294.000 empleos en Europa.