El COVID 19 nos va a hacer replantearnos nuestra forma de vida y, por tanto, nuestros espacios. No por este virus en concreto, que terminará controlándose, sino porque según WWF el 60-70% de las nuevas enfermedades provienen de la fauna, de la destrucción de la naturaleza y de la intensificación de la agricultura y ganadería.
Naciones Unidas insiste en esto adjudicando la responsabilidad de la rápida expansión de enfermedades a la pérdida de biodiversidad y minería, además de lo apuntado por la ONG. Además, señala que el efecto de la polución aumenta la letalidad de los virus, como el que estamos sufriendo, por el incremento del riesgo de enfermedades respiratorias, pudiendo llegar las pequeñas partículas a la circulación sanguínea, afectando al sistema cardiovascular y otros órganos. Los pacientes COVID 19 que tendrán más riesgos de desarrollar una enfermedad son aquellos con presión arterial alta, enfermedades respiratorias o cardiacas.
En relación con la contaminación, hay un magnífico estudio realizado por Eusebio R Álvarez-Vázquez, Pablo A Castro-Guijarro y Antonio José Fernández-Espinosa de la Universidad de Sevilla, publicado en https://www.researchsquare.com/article/rs-126096/v1 , que estudia el impacto del confinamiento del COVID 19 en la calidad del aire y la salud, basado en datos de 83 localidades del Sur de España. La relación directa es la reducción del tráfico y, proporcionalmente, la contaminación; decreciendo un 53,7% el NO2, un 27% el CO2, un 31,5 las PM2.5 y PM10, y no cambia sustancialmente el SO2 (actividad industrial) y el H2S (combustiones y aguas residuales).
Hasta aquí se trata de cuantificar lo evidente, pero cuando cruzan los datos de los contaminantes con las infecciones comprueban que el incremento de Ozono (O3) está relacionado con el incremento de infecciones. El O3 se produce por el resultado de NOx con CO2, metano y COV, con sus percusores que son las altas temperaturas y la alta radiación solar. Sus efectos directos sobre la salud son problemas respiratorios, asma, reduce la función pulmonar y causa enfermedades pulmonares de otros tipos.
Con todo, debemos cambiar el modelo de nuestras ciudades, no sólo de su diseño actual, sino también de los modelos más aceptados. Sabemos que la contaminación favorece la expansión de enfermedades, por lo que debemos buscar nuevos modelos económicos no contaminantes, no generar residuos y cambiar la movilidad actual por una sostenible, movilidad que debe limitarse porque también es uno de los principales motivos de contagio.
Para limitar la movilidad debemos optar por la diversificación de usos por áreas reducidas que sean autónomas en si mismas. Así, podemos destacar el modelo adoptado por la alcaldesa de Paris @Anne_Hidalgo y diseñado por el profesor de la Universidad de la Sorbona @CarlosMorenoFr denominado “París en 15 minutos”. Este programa propone un modelo urbano en el que se pueda vivir, trabajar, comprar, aprender y disfrutar en un entorno de 15 minutos andando o en bicicleta.
Otro aspecto que favorece enfermedades es la alta densidad de población, por lo que debemos bajar edificabilidad y alturas de los edificios para favorecer la radiación solar y disminuir las necesidades de calefacción y sus efectos asociados.
Hacer las ciudades para las personas y no para los vehículos, tratadas con materiales sostenibles, que favorezcan el calentamiento y enfriamiento pasivo, cuidando la calidad del aire exterior, pero también la de los interiores de nuestros inmuebles. Ahora, más que nunca, necesitamos equipos multidisciplinares que solucionen causas-efectos.