Capital Verde Europea 2024

Entre las medidas que la Comisión Europea tiene para alcanzar los objetivos de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar la eficiencia energética y el uso de las energías renovables, está el galardón CIUDAD VERDE EUROPEA que en 2022 recayó en la ciudad de Valencia.

Este galardón pretende fomentar ciudades más saludables y sostenibles valorando cuestiones tan diversas como la contribución global al cambio climático, el transporte local, las áreas verdes, la naturaleza y la biodiversidad, la calidad del aire local, la disminución del ruido, el control y tratamiento de residuos, el consumo y tratamiento del ciclo integral del agua, el empleo verde y la eco-innovación, la gestión ambiental por parte de los poderes públicos o el rendimiento energético.

Valencia, con una población de 837.000 habitantes, se ha hecho merecedora de este galardón por su planificación en materia de turismo sostenible, neutralidad climática y una transición hacia políticas de desarrollo urbano consciente con el medio ambiente de forma inclusiva.

De forma genérica, las acciones de la ciudad encaminadas a la adaptación de su legislación a los objetivos de desarrollo sostenible de @UN, cumpliendo así el Pacto Verde Europeo, y la estrategia para combatir los efectos climáticos, fuegos forestales, seguridad alimentaria y protección de la fauna silvestre, han sido claves para el reconocimiento.

Si concretamos, podemos comprobar que el 97% de los vecinos tienen una zona verde a menos de 300 metros, con el parque urbano más largo de Europa, con acciones dirigidas a la renaturalización de ecosistemas y políticas encaminadas a mejorar la calidad del aire, todas ellas hacen de Valencia una ciudad que tiene en su objetivo mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. La protección y creación de espacios verdes es una acción clave poniendo en valor el parque natural de la Albufeira, las huertas periurbanas, nuevos parques y jardines.

En la reorganización de la ciudad se encuentra otra de sus líneas de trabajo recuperando la ciudad para los peatones, no para los coches, haciendo del espacio público zonas de relación social. 160 km de carriles bici y limitar la velocidad de los vehículos a 30 km por hora remata el retorno de la ciudad a sus ciudadanos.

El cuidado del medio es eje fundamental de sus actuaciones certificando, de forma continuada, su huella de carbono e hídrica de la actividad turística, todo ello encaminado a la neutralidad carbónica en 2025.

Incorpora la tecnología para reducir las emisiones de CO2 equivalente, fomenta el vehículo eléctrico, mejora la eficiencia energética, fomenta las opciones alimentarias sostenibles, sometiendo todas ellas a auditorías constantes.

Su visión de acometer los nuevos retos hacia una transición verde y justa, lo hacen más interesante aún con medidas de reducción de emisiones fomentando la economía local, creando etiquetado de proximidad para conocer el impacto de cada producto, haciendo un uso sostenible del suelo, aprovechando huertos como sumideros de CO2 equivalente, eliminando las barreras arquitectónicas y con una oferta turística destinada a personas con movilidad reducida.

Se trata, simplemente, de modelo de ciudad. Unos preferirán ciudades con su entorno destinado a actividad industrial con empleo coyuntural y periodo de caducidad, con los riesgos que suponen para la salud física y mental de sus ciudadanos. Otros preferimos ciudades de los ciudadanos, no de los intereses particulares de algunos, amables, en las que se favorezca la relación social, que genere empleo estructural, que ponga en valor el entorno natural con su conocida influencia positiva en la salud, donde nadie tenga que poner fecha de finalización de estancia por falta de recursos. No debemos olvidar que nos encontramos ante dos realidades; las consecuencias del cambio climático y que somos los primeros humanos que inhalamos más de 400 ppm de CO2.

Oslo. Ciudad verde europea 2019

Entre las medidas que la Comisión Europea tiene para alcanzar los objetivos de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar la eficiencia energética y el uso de las energías renovables, está el galardón CIUDAD VERDE EUROPEA que en el 2019 recayó en la ciudad Noruega de Oslo.

Este galardón pretende fomentar ciudades más saludables y sostenibles valorando cuestiones tan diversas como la contribución global al cambio climático, el transporte local, las áreas verdes, la naturaleza y la biodiversidad, la calidad del aire local, el ruido, la producción y tratamiento de residuos, el consumo y tratamiento de agua, el empleo verde y la eco-innovación, la gestión ambiental por parte de los poderes públicos o el rendimiento energético.

Oslo se ha hecho merecedora de este galardón porque pretenden una movilidad 100% eléctrica, Noruega ya es el país con más vehículos eléctricos per cápita del mundo, están llevando a cabo actuaciones de conservación de sus espacios naturales y ríos, han creado un paso seguro para las abejas que atraviesan la ciudad y arrecifes submarinos protegiendo la biodiversidad, fomentan la eficiencia en los edificios, cuya climatización supone el 40% del gastos energético de la ciudad, y la economía circular, además de otras, con el objetivo de reducir las emisiones de CO2 al 50% para el 2020 (respecto a 1990) y ser neutral en el 2050.

Estas actuaciones, que se basan en la razón, están muy lejos de ser llevadas a cabo en la mayoría de nuestras ciudades porque nuestros regidores carecen del más mínimo interés, midiendo sus éxitos en metros cúbicos de hormigón

La situación se dirige en sentido completamente opuesto, es decir, nos alejamos de los objetivos deseables: Nuestra generación es la que más gases nocivos respira, se entorpece el desarrollo de la implantación de energías renovables eliminando las condiciones preestablecidas para sus instalaciones, más de la mitad de nuestro parque de viviendas carecen de aislamiento de su envolvente y 7 millones inaccesibles, no se auditan edificios públicos, los fondos públicos para rehabilitación energética no alcanzan el 5 % de lo necesario para cumplir los objetivos de la Unión Europea, niveles de ozono y ruido por encima de lo permitido, superamos en más del doble la capacidad de la tierra de regenerarse según nuestro consumo, , planificaciones urbanísticas orientadas hacia fines de dudoso interés público…