La Importancia de lo Preciso

Como diría un matemático o un físico, lo que no se mide no existe. Nos encontramos en una época en la que el ego individual es el que prima frente al interés de los demás, incluidos de los que ponen el dinero. Toda acción debiera ser secuenciada por una reacción pretendida, siendo la reacción la objetivo, no la acción.

Este juego perverso de palabras sólo indica que el dominio de los poderes fácticos es el que sigue primando. Estos, los poderes fácticos, son los que realmente mueven el mundo con un único objetivo; conseguir lo pretendido para bien individual. No sólo hablamos del sistema financiero, determinados sectores empresariales o la iglesia, cualquiera que esta sea, se trata también de profesionales mediocres que han sido situados, de forma artificial, en una situación dominante. Lo curioso de la cuestión es que los mejores están cubiertos de un halo de humildad no propio de su grandeza.

Ejemplos, miles. Desde mantener niveles de contaminación por encima de lo permitido en una zona del Sur de España, con la excusa de los puestos de trabajos y una consecuencia nefasta para la vida de sus conciudadanos, escondiendo el verdadero objeto que no es más que la avaricia desmedida de sus consejos de administración; hasta diseñar un inmueble que no sirva mas que para ser publicado en un revista, no siendo útil para el fin pretendido del que paga (algún premio lleva el nombre de quién diseño algo que jamás pudo ser usado).

Retomando la dirección del encabezamiento, debemos monitorizar los efectos de nuestras actuaciones al objeto de conseguir el equilibrio. Las consecuencias de nuestro modo de vida hacen necesario que seamos escrupulosos a la hora de valorar nuestras acciones. La pérdida de biodiversidad, y su relación con otros problemas como pandemias, lo hace prioritario ya que hemos perdido un 20% de las especies desde 1900 y un millón están en peligro según @UN_es.

Para asegurar que el objetivo final de preservación de los ecosistemas, relacionados con la adaptación al cambio climático, se hace necesario medir la efectividad mediante un continuo análisis de beneficios e impactos. Esta es la única forma de saber si vamos en la dirección correcta o debemos modificar nuestra ruta. Usar indicadores que midan el cumplimiento de expectativas previas es una forma de mejora continua.

Poner esto blanco sobre negro es fácil, pero no lo es tanto ponerlo en práctica. Los indicadores deben ser medibles de forma objetiva, específicos, alcanzables, relevantes y con plazos determinados en relación con los resultados de los impactos. Estos no son más que unidades de información que actúan como marcadores que pueden ser cuantitativos o cualitativos. También son implementados por indicadores de procesos que evalúan actividades; simplemente si se ha ejecutado o no.

Los indicadores miden la puesta en uso, su actividad, su producción, su resultado y su impacto. Cubre todo el proceso. Por último, todos estos datos deben ser públicos, con análisis crítico, para garantizar la interacción de los agentes intervienes y la mejora continua.

Hoy en día, concienciados de la necesidad de luchar contra las emisiones de efecto invernadero y sus consecuencias, hemos empezado a medir el consumo y demanda de la energía utilizada por los inmuebles, pero lo hacemos durante su vida útil, no durante su proceso de construcción y deconstrucción que es responsable del 40% del total. Todavía nos queda mucho camino por recorrer.