Algo más que CO2

Los científicos valoran los efectos de la intervención humana en la tierra y reclaman límites al crecimiento, alertando, en algún caso, de la posibilidad de colapso de la civilización a mediados del S XXI. De la misma forma, la exsecretaria ejecutiva de Naciones Unidas para el cambio climático, Christiana Figueres, advirtió que si no hacemos frente al cambio climático, no vamos a salir de la pobreza.

Pero lo que a menudo reducimos a los efectos del cambio climático producido por nuestro insostenible modo de vida, es algo más amplio y con mayores repercusiones tal como indican las investigaciones de Jonathan Foley y la incidencia de la arquitectura y urbanismo relacionada por la arquitecta Margarita de Luxán. Los procesos que afectan a la sostenibilidad son:

Pérdida de biodiversidad, medida por la tasa de extinción de especies, perdemos más de 100 especies por millón y año cuando se considera un límite aceptable de 10 especies, para lo que se debería frenar la deforestación, fomentar el uso de maderas de bosques controlados, limitar la ocupación del suelo, primar la rehabilitación sostenible y diseñar espacios teniendo en cuenta la biodiversidad.

Ciclo del nitrógeno, que provoca aguas muertas, se solucionaría limitando el uso de fertilizantes y fomentando el uso de vehículos híbridos o eléctricos – con energía generada por sistemas renovables-.

Ciclo del fósforo, perturba la nutrición de las especies marinas y debería limitarse el uso de fertilizantes, verter los purines depurados, mejorar la gestión de residuos, favorecer la reutilización y creación de materiales sin elementos contaminantes.

Cambio climático, medido en concentraciones de CO2 que superamos un 30% el límite considerado como aceptable, provoca acidificación de los océanos, muerte de microorganismos, enfermedades y alteraciones del clima, para lo que deberíamos fomentar el uso de energías renovables, rehabilitar energéticamente los edificios, diseñar aprovechando la climatología existente, diseños de ciudad que requieran poco transporte, climatización por sistemas eficientes,…

Consumo de agua dulce, degrada ecosistemas acuáticos y disminuye la capacidad de suministro, para lo que habría que mejorar la eficiencia del riego, aprovechar aguas grises y pluviales y utilizar sistemas eficientes en suministro domiciliario.

Destrucción del ozono estratosférico, provocan radiaciones lesivas para humanos, fauna y flora, para la que la eliminación de hidroclorofluorocarburos ha contribuido a su regeneración.

Las amenazas están detectadas, sus consecuencias identificadas, sólo falta actuar cada uno en el ámbito que le corresponde, aunque la acción institucional es fundamental para concienciar a la población y limitar las amenazas dentro de su ámbito competencial, aunque sea con justificación económica; menos gasto sanitario, en infraestructura afectadas por fenómenos climáticos extremos,…

Presión humana sobre el medio

Quienes estudian el impacto de la acción humana sobre el planeta, reclaman límites al crecimiento, alertando, en algún caso, de la posibilidad de un colapso de la civilización a mediados del S XXI.

A partir de las investigaciones de Jonathan Foley y de la arquitecta Margarita de Luxán, que han estudiado la incidencia de la construcción y el urbanismo sobre el medio ambiente, podríamos definir algunos indicadores para tales riesgos en materia de sostenibilidad:

Pérdida de biodiversidad, medida por la tasa de extinción de especies. Perdemos más de 100 especies por millón y año, siendo el límite máximo aceptable el de 10 especies. Para ello, debería frenarse la deforestación, fomentar el uso de maderas de bosques controlados, limitar la ocupación del suelo, primar la rehabilitación sostenible y diseñar los espacios teniendo en cuenta la biodiversidad.

Ciclo del nitrógeno, que provoca aguas muertas. Se solucionaría limitando la utilización de fertilizantes y fomentando el uso de vehículos híbridos o eléctricos – electricidad generada a partir de sistemas renovables-.

Ciclo del fósforo, que perturba la nutrición de las especies. Además de la restricción de los fertilizantes, exige la depuración de los vertidos de purines y mejorar la gestión de residuos, favoreciendo la reutilización de materiales –o la creación de otros nuevos- sin elementos contaminantes.

Cambio climático, medido en concentraciones de CO2 que sobrepasamos un 30% el límite considerado como aceptable. El exceso provoca acidificación de los océanos, muerte de microorganismos, enfermedades y alteraciones del clima, por lo que conviene el uso de las energías renovables, la rehabilitación energética de los edificios, basar el diseño en la climatología existente, la reducción de necesidades de transporte, la climatización por sistemas eficientes, etc…

Consumo de agua dulce degrada los ecosistemas acuáticos y disminuye la capacidad de suministro. Conviene mejorar la eficiencia de los sistemas de riego, los de suministro domiciliario y el aprovechamiento de aguas grises y pluviales.

Destrucción del ozono estratosférico, provocan radiaciones lesivas para humanos, fauna y flora, para lo que deberíamos eliminar hidroclorofluorocarburos.

Las amenazas están detectadas, sus consecuencias identificadas, sólo falta que cada uno actúe en el ámbito que le corresponde. En todo caso, la acción institucional es fundamental para concienciar a la población y limitar las amenazas dentro de su ámbito competencial, y si no lo quieren hacer por motivos medio ambientales que lo hagan por motivos económicos; menos gasto en el sistema sanitario, en infraestructura afectada por fenómenos climáticos extremos, en cuotas de emisión,…