La iluminación más eficiente energéticamente es la natural aunque debe ser controlada mediante apantallamientos, dosificación o redirección, sustituyéndose por iluminación artificial ante la ausencia de la natural.

La iluminación artificial la compone la luminaria y la lámpara, y el consumo viene determinado por ambos.

Una iluminación adecuada aporta bienestar, favorece el rendimiento y mejora el sueño. Esta adecuación depende del nivel de iluminación, la temperatura de color y el grado de reproducción cromática, debiendo paliarse el efecto de los rayos ultravioleta (onda corta) que decolora los objetos y la radiación infrarroja (onda larga) que aporta calor. El nivel de iluminación debe ser acorde a la actividad que se desarrolle no siendo inferior a 200 lux, la temperatura de color   será   inferior   a   3300 ºK para un ambiente cálido o superior a 5300 ºK para un ambiente frío y un grado de reproducción cromática más cercano a 100 cuanto más se pretenda se parezca a la luz natural. No debe obviarse el índice de deslumbramiento o apertura que garantizará una calidad lumínica óptima en el plano de trabajo.

Para un mismo nivel de iluminación, la elección del tipo de lámparas influirá en los consumos energéticos, obteniendo importantes ahorros respecto a las lámparas incandescentes; las halógenas consumen un 23 % menos y duran 250 horas más; las fluorescentes compactas consumen un 77%  menos, duran 9250 horas más y tienen un grado de reproducción cromática entre el 75%-98%; las LED que consumen un 80% menos y duran 19250 horas más (siempre que se trate de lámparas de calidad, ya que si su disipador no lo es, el exceso de temperatura puede afectar a su electrónica); y así con otras menos comunes para uso doméstico.

Además de la elección de las lámparas, las medidas correctoras pueden ser sustituir los balastos ahorrando un 30%, incorporar interruptores crepusculares que complementan la luz natural hasta el nivel de iluminación necesario ahorrando hasta el 70%, zonificar circuitos, implementar con detectores de presencia ahorrando hasta un 30%, adecuar los niveles de iluminación sólo hasta lo necesario y según el flujo luminoso de las lámparas, y un sinfín de mejoras tecnológicas de bajo coste y alta eficiencia adecuadas a cada caso concreto.

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